Capítulo 6

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-Hola -dije y entré sin tantos preámbulos a la habitación.
-Hola -respondió cortésmente.
Tenía una desnutrida sonrisa.
-¿Cómo estás? -pregunté mientras tomaba una silla y lo aproximaba hacia a mi para sentarme.
-Pues no ha sido un accidente tan severo que digamos, sigo aquí, ¿no? -nunca vi a una chica que estando en tan malas condiciones, llegué a sonreír primero.
-Espero te recuperes pronto -le solté unas palabras de consolación.
Me paré y empecé a caminar por la habitación.
El padrastro de Helina había fallecido a causa de una perforación del hígado por una barra de metal. No quería decirle aún, tal vez hasta se alegre. Esa última discusión si que ardía.
-De pequeño... -empecé diciendo en un tono ascendente-. tenía ese sueño de poder salir de este mundo, sé que suena descabellado pero gracias mi abuela que me enseñó el poder de la literatura he logrado expandir mis ideas hasta el punto de que el objetivo de esas ideas ya no se encuentran en este planeta.
-¿De qué hablas?  -preguntó Helina.
No le presté atención y proseguí.
-Un día encontré una casa en medio de un bosque semi árido en el lugar en donde viví mi niñez y adolescencia. Estaba tan vieja que al verla pensé que con un ventarrón se caería sin más. Esa tarde estaba con mi abuela y mi mascota. Luego de ese día, fui con Luna a explorarlo internamente, algo me decía que debía entrar. Sentía una gran atracción por el olor a extraño, a desconocido y tétrico. Al entrar, vi algo que me hizo retroceder hasta caer en una cueva oculta camuflada con la casa...
-Espera, ¿a qué viene todo esto? -preguntó confundida.
Saqué el cuaderno de la mochila roja que llevaba y abrí la página en donde se encontraba esa bendita puerta.
-¿Qué es esto? -pregunté secamente.
Noté qué se sorprendió y se puso nerviosa luego de unos minutos. Trataba de quitármelo.
-¿Me dirás? -repetí y alejé el cuaderno del rostro de Helina.
-Bueno, la verdad que es una historia muy larga y...
De repente se escucharon unos disturbios en la habitación de alado.
Me detuve a escuchar por un momento y luego seguí caminando por la habitación. A varios intentos después para retomar la palabra, escuché algunos disparos que me dejaron helado.
-Luego te contaré lo que debas saber, por ahora nuestra prioridad es salir de aquí sin que nos atrapen.
La miré por unos segundos hasta que llegué a sonreír.
-Llegó el día -afirmé.
Le ayudé a pararse y ponerse algo de ropa, aún estaba con la bata del hospital y lo que necesitábamos es pasar desapercibidos.
-Ya tengo una idea para salir de aquí -le decía a Helina con toda la seriedad del caso-. Pero necesitaré que actúes como si se tratase de una obra de teatro en Sidney. Primero, vas a ponerte esa ropa de enfermera y estarás arreglando la cama de esta habitación, si entran, les dirás que el paciente de aquí fue trasladado a una habitación del piso de abajo. Mientras tanto, yo buscaré un vehículo en el garage, cuando sean las 11 de la mañana saldrás por la puerta trasera y nos encontramos en el callejón.
Que empiece la iba de teatro.

Eran las 8 de la mañana, Helina vivía sola con su padrastro, una vida no tan buena que digamos, algunas veces le costaba reincorporarse luego de hablar de aquello. Ahora se encuentra en un severo lío, al que también me incluye. Nunca pensé en decidir que rumbo tomar. Desde el día que vi esa casa, supe que tenía la respuesta al frente de mis ojos. Y ahora estoy cada vez más cerca.
Los sonidos del altercado cada vez retumbaban más cerca de la habitación.
Salí por la ventana de la habitación, caminé por un borde milimétrico hasta llegar a una columna cerca de un gran árbol. Bajé estrepitosamente y salí despegado al garage del hospital. Helina le ofreció un abrazo y este accedió, tal vez este sería la última vez que se verían vivos si es que el plan resultaba fallido.
Helina trataba aún de mantener la calma al encontrarse sola en aquella habitación. Su respiración aumentaba con cada paso de las botas negras que llevaban los sujetos insurgentes.
Una patada fue suficiente como para abrir la puerta, Helina apretó los dientes y fijó su mirada al grupo de sábanas blancas en la cama. Vestía un uniforme de enfermera que habíamos encontrado en unos cajones.
-Oye, tu -habló con autoritarismo.
Helina no respondió.
-Acaso no me escuchaste pequeña bastarda -decía entre dientes mientras se acercaba a Helina.
Dos sujetos armados se clavaron como estacas en la puerta dela habitación.
Con su tosca mano agarró bruscamente el hombro de Helina y lo atrajo hacia él.
-¿Has visto a esta chica? -preguntó mientras mostraba una imagen sacada de una cámara de seguridad.
-No, yo soy enfermera de turno y recién llegué a hacer el aseo de la habitación, pero he escuchado que la han llevado a una habitación en el piso de abajo -sonó como un robot que tenía predeterminado que decir.
-Mírame bien, pequeña lagartija.
Tomó el mentón de Helina con su mano derecha y la apegó lo suficiente como para permitirle inhalar ese olor desagradable que traía en su boca. Era una esencia a muerto sin formol.
-Llévame a esa habitación -le ordenó.
Helina ya no sabía que decir. El plan había fracasado desde el momento en el que Aquiles abrió la boca para explicarlo.
Con un fusil cargado y listo, lo llevaba apuntando a la espalda de Helina mientras caminaban por el pasillo del hospital.
La gente tanto doctores como familiares de pacientes veían al singular grupo armado hasta los huesos.
Bajaron un piso por el ascensor y se ubicaron al frente de una habitación a la que Helina había mencionado que ahí habían traslado al paciente de arriba. Sólo tragó saliva y esperó a lo que se viniera.

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