Serij subacuática

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Capítulo 4: Serij sub acuática.

Mi cuerpo iba a cambiar radicalmente, no únicamente eso, mi vida no sería la misma y todo por una estúpida calentura, por un viaje sobre valorado que nos había costado nuestra libertad y quizá una vida tranquila. Estaba enojado con él por dejarse llevar, conmigo por traernos aquí y sobretodo porque no tenía idea de qué hacer. Siempre supe qué hacer, tenía la certeza, desde que mamá murió yo tenía el control de las cosas y me hacía sentir tan tranquilo. Pero ahora el control era la última cosa que podría mantener. Mis gritos a la doctora que nos anunciaba que concebiría no serían escuchados, no había otra cosa que pudiera hacer, dentro de mí había algo inevitable. El control de mi vida desaparecía, estaba realmente aterrado. Pensé que tal vez yo no debería pasar por aquello cuando le grité:

— ¿Por qué no te hicieron a ti un omega? Yo nunca quise ser un fenómeno. ¡Maldición nada de esto es justo!

Pero lo inevitable era algo que me había marcado, lo sabía y siempre ocurría, los períodos de estabilidad eran gratos, pero llegaba el momento en que algo iba a revolver mis entrañas. Recordé mis manos apretadas mirando a mamá postrada inmóvil, mi enfado que jamás había reclamado a papá por abandonarnos al irse a sus viajes y cuando más piensa uno que la vida puede ser algo estable, algo apasionante es el momento en que voltean tu mundo de cabeza. Pero yo poseía algo que nadie, la fuerza para afrontar cada situación. Por esa razón escuché atento las explicaciones, que si Morinaga debía dar una muestra de su material genético, que si yo no volvería a ser normal...

La mujer llegó con los resultados, un bebé realmente crecía en mi vientre, me pregunté qué habría dicho mamá y recordé cuando me explicó que nacería mi hermanita Kanako. Sus palabras retumbaron en mis oídos: «Un bebé siempre es una bendición, un recordatorio de lo mucho que puedes guardar el amor te tu pareja. Y alguien para proteger al que amarás incondicionalmente»

Demasiado extraño, en circunstancias normales yo sería el que debería proteger a la persona que concebiría a mi hijo; a pesar de ello sentí una extraña fuerza dentro de mí, yo siempre podía sobreponerme a los problemas, yo podía volver a poner el mundo de nuevo en su lugar y poner los pies en la tierra. Nunca esperé que sus palabras fueran tan derrotistas, Morinaga gustaba de escapar a los problemas y alejarse, lo dijo de forma seria:

— Sempai, yo... lo dije enserio. Si tú no quieres verme más por hacerte eso... me iré. Si crees que un bebé puede cambiar lo que eres y hacerte pesada la vida yo puedo cuidarlo solo una vez que lo tengas. Tú puedes decidir lo que te haga feliz y yo apoyaré tu decisión.

Iba a golpearlo pero expliqué mis motivos y él se expuso frente a mí con su dramática forma de ser. Frente a mi departamento me abrazó tocando mi vientre, sus manos acariciaron tan pacíficamente y su aroma que inundaba mi nariz diciendo que iba a cuidarnos que le creí. De un momento a otro estábamos en mi habitación, ese hombre sabía cómo hacer que yo dejara de pensar, lentamente me llevaba entre sus brazos hasta estar unidos, hasta sentir que arrancaba el corazón de mi pecho y contradictoriamente yo deseaba que así fuera. Podía mirarme tan intensamente que me sentía completamente desnudo ante él, no por mis vestiduras, sino de aquellas cosas que nos ataban como humanos a los prejuicios y de todas formas aunque lo deseaba, no podía decirle eso que no era normal, que me volvía más frágil e indefenso.

Por la mañana miré su rostro durmiente, me sentía mejor desde que el tónico que me habían dado había hecho efecto y escapé, ahora que mi cuerpo poseía estos cambios, me aterraba que no volviera a ser normal, me atrapaban un cúmulo de sensaciones, tenía ganas de besarlo o de abrazarle ahí dormido, no era normal, debería ser desagradable. Me obligaban estas hormonas, este cuerpo que no me pertenecía, que habían cambiado los científicos de este sitio. Así que me levanté y me di una larga ducha, en silencio desayuné, si evitaba cualquier contacto, cualquier pensamiento extraño, quizá recuperaba una parte perdida mía.

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