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Estaba haciendo algo de frío esa mañana, había sido bastante loco todo hasta ese momento, ni siquiera tenía a mano un suéter y no estábamos próximos a volver a casa. Llevábamos ya un rato ahí, se suponía que yo debía oír todo aquello.

Pero tengo 16 y supongo no lo entendería, eso dice mi madre después de todo.

Pero sabía lo que había hecho, sabía qué pasaría, sabía qué me pasaría.

Aunque siendo sincero ese Halloween no.

Estábamos sentados en los columpios del patio de aquella casa en la que festejaban una fiesta por Halloween, llevábamos disfraces bastante rebuscados, yo había optado por una máscara de Frankenstein y algo de ropa "formal" para acompañarla.

Gerard al igual que Mikey llevaban mallas en las piernas y faldas cortas, he de acotar que Gerard siempre fue demasiado promiscuo en todo.

Dijo que lo había tomado de la ropa que usaba en la juventud su madre, y agregó un: Ya deberías ir a conocer a mi madre.

Pero Gerard estaba borracho al igual que yo, o no tanto así pero éramos cuerpos jóvenes y nos cayó bastante mal ese cóctel.

Así que nos columpiábamos, yo miraba como sus tacones dejaban una línea en la arena bajo los columpios, me daba algo de risa porque no podía caminar bien pero insistía en llevarlos puestos, Mikey fumaba unos metros más allá, y sólo tenía 14.

Mi madre siempre dice que esto no es mi culpa, es de Gerard, porque su familia no funciona como las normales.

Cuando volvimos a entrar a la casa Gerard me llevó a una habitación, estaba riéndose y yo también, no tenía ni idea de lo que pasaría pero sabía que me iba a divertir. No había ningún tipo de peligro y como Gerard siempre decía... si las cosas se complican, siempre puedes huir.

Nos lanzamos en la cama entre besos y permanecimos así, como si nos pensáramos muy bien el hacerlo o no, porque ya ahí, yo tenía claro que si sería divertido, pero uno de los dos tendría que poner de su parte.

No lo pensé mucho cuando me ofrecí como conejillo de Indias prácticamente al dejarle acomodarse entre mis piernas, él seguía riendo y me contagiaba a mí, yo sólo le abrazaba el cuello y recibía sus labios en la punta de mi nariz, oía la música retumbar por todas partes, su aliento olía a vino y me encantaba de tantas formas que en realidad incluso si las cosas se complicaban no pensaría en huir.

Los días después de mi cumpleaños, fueron la cosa más graciosa que existió, al menos para nosotros, me miraba y sonreía, se ponía rojo, bajaba la mirada y me abrazaba.

Estábamos tan bien que no parecía irse a acabar, no sentía que algo pudiese salir mal, porque algunas noches Gerard se metió a mi habitación y me elevó al cielo.

Pero bueno, la caída dolió.

Cuando empecé a tener dolores estomacales, cuando me partía en dos en la cama del dolor, cuando debía sostenerme con la vida al pasamanos para no caer por las escaleras al sentir ese mareo que me removía de pies a cabeza.

Gerard dijo que debía estar sufriendo de gastritis o quizás era algo en el hígado por beber tantas cervezas, hasta dijo que podía ser por mi insistencia en fumar. Lo decía y acariciaba mi estómago.

¿Qué loco no?

Porque yo estaba teniendo un bebé al que le gustaba ese tacto.

Cuando todo se calmó Gerard y yo volvimos a nuestra rutina, incluso me llevó a su casa, quizás por eso ni siquiera cruzó mi mente ir con él cuando ya era obvio lo que me pasaba.

Amor Significa Nunca Tener Que Decir Que Lo SientesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora