The Boy Who Lived - | TOMARRY |

002 - El tren mágico, el bello durmiente y la primera parte del primer año.

Los siguientes meses pasaron a la velocidad de un caracol obeso. Harry aprovechó para ojear los libros de texto, adaptar su mente para los hechizos básicos que estaría forzado a fingir aprender por primera vez y aleccionar a Altair lo más que pudiera en todo tipo de magia.

La niña había sido criada siete años de su vida en una maleta donde solo veía a su padre hacer magia pero no la aprendía y sus conocimientos mágicos actuales se habían reducido a los de cualquier hijo de muggles, es decir, ninguno. Así que, agradeciendo que habían hecho sus compras con antelación y la Black ya tenía una varita, utilizaron todo el tiempo de sobra para que la pelinegra llenara su bien peinada cabeza con conocimientos de pociones, transformaciones, encantamientos y tanto artes oscuras como las defensas para ella.

Pasaban día sí y día también sentados en el piso de la sala principal de la casa/maleta de Altair, con la puerta del dormitorio de Harry cerrada y altamente asegurada por hechizos que les alertaría si alguien se acercaba con intenciones de entrar, rodeados de libros, calderos hirviendo y los viejos diarios de anotaciones que Regulus Black le había dejado a la niña con hechizos sumamente prohibidos que hicieron a Harry reír de una manera insanamente oscura.

Cuando él hizo eso, Altair le comentó por quincuagésima vez desde que se conocían que el renacimiento eterno lo había convertido en una amenaza para la sociedad y no sabía cómo demonios nadie se había dado cuenta todavía. Harry aseguró que debido a sus magistrales dotes de actor nadie debería de darse cuenta nunca.

También, ambos hablarían sobre las tradiciones mágicas familiares que el padre de Altair le había inculcado y Harry le enseñaría unas muy antiguas que existían desde el principio de los tiempos para adorar a la magia.

La mañana del primero de septiembre llegó y el par se despidió de Saint Jude para aparecerse una calle más abajo de la Estación King Cross. Ya habían desayunado pero aún así se detuvieron en una tienda de comida rápida para comprar hamburguesas, patatas fritas y bebidas frías para más de cinco personas que almorzarían en el viaje de tren. Harry insistía que si ofrecían comida gratis les lloverían adeptos. Altair no estuvo de acuerdo pero amaba tragar así que no se quejó.

Entraron a la ocupada estación y se hicieron camino entre la multitud hasta escabullirse por la pared entre las plataformas nueve y diez. Harry Potter y Altair Black abordaron el tren tomados de la mano. Él con su nueva mochila de Star Wars colgada en su espalda, y gracias a la cual obtuvo muchas miradas despectivas mientras caminaban por el andén, y ella sujetando sujetando su maletín de cuero marrón con su mano libre. Ninguno cargaba un pesado baúl tres veces más grande que su tamaño pues Altair no había comprado uno y el de Harry estaba en el maletín de la pelinegra.

Los siete minutos de adelanto con los que entraron al tren no sirvieron de mucho para encontrar un compartimiento que no estuviera al tope y recorrieron los pasillos con pesadumbre hasta que hallaron una cabina casi vacía al fondo.

El adulto que la ocupaba tenía el cabello castaño claro revuelto y veteado de gris. Su pálido rostro era cubierto por finas cicatrices que recorrían sus mejillas afiladas dándole un aspecto de tipo duro, pero con los brazos cruzados en su pecho y recostado contra la pared del asiento junto a la ventana se miraba simplemente exhausto. Su cuerpo delgado estaba envuelto por una costosa túnica marrón y dormía profundamente, ajeno al shock del amo de la muerte por su presencia.

Harry tuvo que morder su lengua para no chillar al ver a Lunático después de tanto tiempo.

Sabía que los cambios en la línea temporal que sus acciones habían realizado existían y no eran una simple teoría. Altair era suficiente prueba de ello. Sin embargo, él no había esperado ver a Remus Lupin ahí en su primer año, con aspecto más saludable que jamás le vio en su primera vida.