3.

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—¡¿Te das cuenta de lo que acabó de hacer?! — Gritó recostado boca arriba sobre el sofá de su cuarto.

Su rostro estaba rojo y ni hablar de de su exaltado corazón.

Estaba tan feliz, y entusiasmado, pero al mismo tiempo, arrepentido y asustado.

¡Ladybug le había correspondido! Bajo mucha insistencia, pero finalmente lo había hecho. — Creo que alguien tomó la iniciativa. — Canturreó Plagg desde algún lugar cercano.

— Estuvo bien... ¿Verdad? — Exclamó inseguro. — D-digo, no es como si ella fuera a abofetearme la próxima vez que nos veamos... ¡¿verdad?!

— ¿Dices que ella siguió el juego? — Adrien asintió. — Entonces yo no me preocuparía. — Rió despreocupado y el chico  olvido a recostarse con una sonrisa en su rostro.

Se sintió dichoso por un par de segundos hasta que oyó como tocaban la ventana de su cuarto, Plagg flotó hasta esconderse en un lugar seguro mientras el rubio giraba su rostro curioso.

Detrás del cristal, la chica de moteado traje rogaba por pasar. — ¿Realmente recargó energías solo para verme?  — Pensó desconociendo las intenciones de la heroína.

Se levantó de un salto y emocionado caminó hasta donde ella se encontraba. — Hey, ¿Puedo pasar? — La inocente sonrisa de Ladybug lo intimidaba más que cualquier otra cosa, y por más que quisiera tenerla en su habitación, el miedo de que le diera una reprimenda por no valorar tal regalo como un Miraculous estaba latente. — Si no quieres no hay problema. — Dijo avergonzada al obtener una respuesta nula.

— ¡N-no! — Exclamó el rubio. — ¡Pasa! — Dijo en un medio grito cubriendo sus labios avergonzado.

La chica lanzó una carcajada tan dulce como sincera y Adrien la contempló embobado, seguro de que había sido la melodía más hermosa que había oído jamás.

— Lo siento. — Soltó con amargura una vez sus pies tocaron el suelo. — Realmente lo siento, Adrien.

— ¿L-lo sientes? ¿por qué?

— Deje en tus manos una responsabilidad inmensa sin siquiera asegurarme de que estabas de acuerdo con ello. — El rubio la admiró con cierta incomodidad y es que tales palabras le otorgaban una madurez increíble. Ella era increíble, tan segura, intrépida y siempre hallaba las palabras correctas.

Sin duda, era la indicada.

— En ese caso yo debería disculparme... — Rascó su nuca inseguro de lo que diría a continuación. — Muchos hubiesen querido ser héroes, luchar a tu lado pero yo... Yo no fui más que un cobarde.

— Si... Digo, no, claro que no. Tú eres fuerte, valiente y también muy guap... Qui-quiero decir... — Suspiró resignada. — no es como que necesites un miraculous para ser genial, Adrien. — Sonrió de forma boba antes de apresurarse nuevamente a la ventana. — Debería irme.

— ¡No! ¡Espera! — Tomó su mano, deteniéndola. — Yo... yo quiero que sepas...

— ¿S-sí? — Las alertas de Ladybug se activaron. ¿Sería posible una tercera confesión en un día? De ser así, no le importaría en absoluto.

— Quiero que sepas que... que te admiro mucho. — Soltó con desgano. — Por favor, no estés decepcionada de mi. — Susurró suplicante.

— Oh, Adrien. — Se acercó hasta depositar un suave beso en la mejilla del rubio. — Jamás estaría decepcionada de ti. — Y luego de decir aquello, saltó al edificio más próximo a través de la ventana.

El muchacho quedó pasmado y con la zona del contacto aún cálida, llevó sus dedos para acariciarla. — No me rendiré, mi Lady. — Murmuró observando la silueta de la heroína escabullirse entre la gran ciudad. — Juro que no lo haré.

• W A R •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora