Queen Bee la observó a lo lejos, aquella silueta que siempre le había parecido tan sensual sobre uno de los edificios, con sus ojos fijos en la casa central del Banco de Francia, donde los ladrones de tan ajetreada jornada se habían encerrado.
Ladybug advirtió su presencia y de inmediato un potente rojo acudió a la blanca piel de su rostro. La rubia comenzó a avanzar hacia ella, despacio pero sumamente segura. — ¿Qué tal mi reina? —Exclamó logrando que la azabache reaccionara de manera rápida, alejándose dos pasos de ella.
— ¿Re- reina?
— Si eres la Lady de Chat Noir, entonces no tengo más opción que crearte mi propio apodo. — Se encogió de hombros con soberbia.
Siguió retrocediendo, marcando una distancia prudente entre los azules de la chica que con tanto descaro comenzó a tratarla como si fuera parte de la realeza. — ¡Oye, yo no...! — Pero entonces unas fuertes manos la atraparon con cuidado antes de que siquiera ella se acercara al borde de la estructura.
— ¡Cuidado mi Lady! no querrás caer del edificio. — Bromeó mientras la cabeza de la azabache reposaba contra su pecho.
La chica se alejó de inmediato, y ya a encontrándose a suficientes metros de ambos, pudo volver a respirar con tranquilidad. — ¡No se muevan! — Gritó con una actitud defensiva que los tomó por sorpresa. — Voy a dejar algo en claro y es que si cualquiera de los dos vuelve a hacer cualquier tontería parecida a la de ayer, no dudaré en usar mi yo-yo. — La amenaza pareció surgir efecto, puesto que Chat Noir retrocedió de inmediato.
— ¡No volverá a ocurrir! ¡Lo prometo! — Exclamó cubriéndose sus partes nobles.
— Buen gatito. — Dijo con la seriedad en su mirada, sintiéndose completamente dominante de la situación.
Sus azules se posaron en la abeja, ella se mantenía firme con el enfado reflejado. — No pienso prometer nada. — Sentenció sin siquiera mover ni un solo musculoso.
Ladybug apretó la mandíbula, Queen Bee parecía una niña consentida y aquello no le gustaba para nada.
— ¡Si ella no lo hace entonces yo tampoco! — Gritó el felino aún con temor de las consecuencias, él no iba a ser menos frente a la rubia, no iba a dejar que se le adelantara. — Te amo, Ladybug. — Siguió. — Nuestro besó ayer fue real, lo hice porque quería que sintieras esto. — Tocó su pecho casi con dolor. — Lo que llevó guardando tanto tiempo por ti. — Miró de reojo a la rubia y sonrió cuando se percató de que había tomado la delantera nuevamente, dado a que Ladybug había dejado de mover su yo-Yo, mostrándose mucho más comprensiva a la situación.
— Chatón... — Susurró conmovida. — Yo...
— ¿L-la besaste? — Inquirió Bee tremendamente fuera de si. — ¡Eres un...! — Pero en cuanto dio el primer paso hasta él, una fuerte explosión se oyó en el gran edificio que funcionaba como banco, hombres con diversas máscaras apuntaban directamente a la cabeza de los rehenes.
— Seguiremos esta conversación luego, hay cosas mucho más importantes además de quién besó a quién. — Sentenció la catarina para abalanzarse hasta el lugar donde la acción se concentraba.
— ¡Se acabó pulgoso! — Habló la rubia posicionándose en el borde del edificio. — Esto dejó de ser un juego para mi. — ambas miradas fijas la una en la otra, sabían que ninguno de los dos se rendiría, no hasta que la azabache diera una aclaración.
— Pienso igual, mosca. — Contraatacó el chico con una sonrisa en el rostro. — Si guerra es lo que quieres, guerra es lo que tendrás.
— Ya verás cuan bonito será el vestido de Ladybug en nuestra boda. — Soltó ella carcajeándose antes de seguir a la azabache, dejándole un tiempo nulo a Chat Noir para siquiera pensar en una respuesta.
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• W A R •
RomanceEl Miraculous de la abeja no era un amuleto para ser entregado a cualquiera. Y es justamente por esa razón que Adrien, al verse con el deber de encontrar a un portador, decide escojer a su amiga de la infancia para hacerse cargo de tan peculiar resp...