CAPITULO 11 Un callejón, un taxi...

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Paul me guía a la calle, seguimos besándonos mientras caminamos por la salida del edificio hasta que chocamos de frente con el frio viento de la noche.

En ese momento ambos nos separamos y nos miramos a la cara, parece que el frio ha hecho que nuestros cerebros se activen y se despejen un poco del aturdimiento del alcohol.

Vuelvo a mirarlo a los ojos y lo beso apasionadamente. Él sin sorprenderse me sigue el juego. Me coge de la mano y nos apartamos a un pequeño callejón que hay detrás del edificio verde, en él ni si quiera entra la luz de las farolas que iluminan la calle, es un lugar perfecto para que cualquier vándalo te atraque, pero no me importa, me siento segura entre sus brazos, sé que si se diera esa posibilidad no dudaría en defenderme igual que hizo el día que Zach me agarró bruscamente del brazo.

Una vez solos, en el callejón, es Paul quien toma la iniciativa, me agarra de la cintura y me apoya contra la pared del mismo haciendo que mis piernas floten en el aire. Un impulso hace que me agarre a él con más fuerza y enrosque mis piernas alrededor de su cintura. Definitivamente este hombre sabe cómo hacerme perder el control, si el beso de antes me había gustado para este no tengo palabras, está siendo increíble. Parece que nuestros cuerpos estén hechos el uno para el otro, puedo sentir como se tensa cada vez que le doy un mordisco en los labios o cada vez que le beso el lóbulo de las orejas, no sabía que causaba tal efecto en él. Esto me hace sentir realmente poderosa, pensaba que él era quien tomaba las decisiones entre nosotros, pero veo que no, soy yo quien le hace estremecer con cada roce de mis labios y con cada caricia.

Instintivamente, mis manos se lanzan a su entrepierna, y puedo notar lo bien que se lo está pasando. Un gemido se escapa de su boca y es entonces cuando lo callo con otro beso. Esta vez es más suave, quiero saborear cada milímetro de su boca, aunque esté un poco borracha no quiero que esto que estamos haciendo se me olvide, por lo que intento grabar en mi mente cada minuto y segundo que paso con él.

Con cada beso, cada caricia que nos damos empiezo a olvidarme del frio que hace en la calle, el calor se va apoderando de todo mi cuerpo y de mí ser y creo que estoy a punto de cometer una locura que me haga arrepentirme. Nunca había hecho nada parecido con ningún chico en la calle, siempre he sido muy cautelosa por vergüenza por si nos ve alguien, pero hoy no me importa, no pienso en nada ni en nadie, única y exclusivamente en Paul y creo que como sigamos a este ritmo apareceré en el móvil de algún pervertido.

¡Dios mío! Tengo que parar, no podemos seguir manoseándonos como hasta ahora.

El ángel imaginario que tengo en mi hombro derecho, es decir mi conciencia me dice que pare, pero el demonio que tengo a mi lado izquierdo me dice que no sea tonta, que continúe y disfrute, mañana tendré tiempo de lamentarme.

El alcohol y los besos de Paul hacen que haga caso al diablillo rojo.

Tras varios minutos apoyada contra la pared y encima de Paul, me baja y se apoya el, una postura perfecta para que me agarre las nalgas con fuerza, un gemido se escapa de mis labios y es que ese acto ha sido tan pasional que menos mal que estoy agarrada a su cuello que si no me habría caído al suelo de lo fantástico que ha sido.

Con sus manos en mi trasero, no duda en pasar su mano izquierda adelante y desabrochar mi pantalón.

-       Paul...- no puedo evitar decir su nombre cuando noto uno de sus dedos rozar mi clítoris por encima de mi ropa interior.

-       Quieres esto ¿verdad?

-       Si...

Sin decir una palabra más, Paul me masturba, agarro su melena y le voy dando pequeños tirones. A medida que se van intensificando sus movimientos, mi yo impulsiva lo devora haciéndole sentir la necesidad de que siga con esos movimientos para alcanzar el climax. Cuando estoy a punto de alcanzar el orgasmo, agarro su pene con fuerza y lo masturbo haciéndole que llegue conmigo.

DE LA OFICINA A CASADonde viven las historias. Descúbrelo ahora