— ¿Esta noche cenamos en tu casa no? — me pregunta Isco durante el entrenamiento.
— Sí.
— Por fin conoceré a esa chica que te tiene todos los días contento — dice.
— Vendrá con una amiga, no sé si te lo había dicho.
— Ojalá sea guapa, así quizás... — deja caer Isco y yo me río.
Al acabar de entrenar comemos juntos y a las cuatro llegamos a la tienda. Busco a Irene después de hablar con Leire.
— Isco, mira te presento a Irene — los presento.
— Hola, encantada — le dice Irene y se dan dos besos.
— Muy guapa, bro.
— Hola perdona por interrumpir yo soy Lucía. ¿Me puedo hacer una foto con vosotros? — nos interrumpe la que supongo que será hoy la compañera de trabajo de Irene. Nosotros nos hacemos la foto con ella y después empezamos las firmas.
A las diez ya no queda nadie y mientras las chicas recogen Leire viene a darnos las gracias y agradecernos lo que hemos hecho por ella.
— Sois increíbles chicos — dice. — Marco, cuida a Irene es una chica magnífica — me susurra al oído al darme un abrazo.
— Lo sé y lo haré tranquila — le respondo. — ¿Nos vamos? — le pregunto a Irene cuando la encuentro.
— Sí — me responde y veo que a Lucía se le abren los ojos como platos cuando su inteligencia ha llegado a entender que Irene es mi novia.
Nos subimos al coche para ir a cenar a mi casa.
— Gracias de verdad, por lo que has hecho — me dice.
— Por ti lo que haga falta.
— ¿No decías que lo hacías por los niños?
— Era mentira. Todo es por ti, siempre. Que te iba a decir, Lucía no pierde el tiempo. Nos ha tirado la caña varias veces. Por no decir que es bastante... ¿Cómo decirlo?
— Creída y sí ha estado suspirando toda la tarde por vosotros y no ha parado de preguntarme si teníais novia.
— He visto su cara cuando se ha enterado de lo nuestro — digo y nos reímos.
Llegamos a mi casa y vemos a Isco en la puerta esperándonos, solo falta Carla.
— ¿Qué pensáis darnos de cenar? — pregunta Irene.
— Pues unas pizzas de esas que se ponen al horno y listo — responde Isco.
Llaman al timbre, debe de ser Carla.
— Abro yo — dice Irene y se va corriendo hacia la puerta.
— Es la amiga, tío. ¿Tengo el pelo bien? — pregunta Isco y yo me río.
— No, lo tienes fatal — digo poniendo cara de circunstancia.
— Muy gracioso bro.
Irene llega acompañada de Carla y oigo Isco dice algo como "que buena está" cuando la ve.
— ¡No puede ser! Isco Alarcón está aquí, voy a cenar con él. Ya puedo morirme tranquila — empieza a gritar Carla. Irene me mira a mi y me dice siento este numerito con la mirada. Mientras Carla se lanza a abrazar a Isco.
— ¿Cenamos? — dice Irene cuando se da cuenta que su amiga no está por la labor de soltar al malagueño.
Nos sentamos a cenar y Carla empieza a hacer preguntas, le gusta hablar tanto como a Isco, son tal para cual.
— Merecéis una medalla por aguantar una hora y media corriendo detrás del balón. Yo a los cinco minutos estaría en el suelo. ¿Te acuerdas la semana pasada cuando fuimos a correr Irene?
— Eso de fuimos... Más bien lo intentamos pero acabamos caminando.
— Te tendré que llevar a correr un día — le digo al oído a Irene.
— No, por Dios — me pide.
— Ya veremos.
Carla sigue preguntando toda la cena y soltando alguna que otra burrada e Isco se ofrece a llevarla a casa.
— Irene yo te llevaré después. Tengo algo que decirte...