- Y ahí fue cuando encontramos a Michael. Creo que no he visto a Polly tan feliz en toda mi vida. Tienes que conocerla. Antes la veía mucho más, cuando vivía al lado del pub.Estábamos tendidos en su cama, la débil luz del sol entraba por la ventana de su habitación. Amaba los paisajes que se veían desde allí. Eran fríos, y azules, pero se parecían tan poco a los de España, que me recordaban que nunca quería volver allí.
- Me gustaría ir más por Small Heath. No sé, me gustó cuando fui al pub - volteé mi cabeza para mirarle.
Sonrió y miró hacia el techo.
- El Garrison era mi sitio favorito antes. Ahora trato de huir de él. Me trae demasiados recuerdos.
Silencio. Nos quedamos mudos. No tenía respuestas para eso.
- No se parece en nada al pub de Dan - dije.
A veces, tenía la necesidad de hablar de ello. Para no olvidar, en cierto modo, lo que me ocurrió. Para recordarme a mí misma que yo estuve allí, que en algún momento eso fue parte de mi vida. Que eso me formó y me delineó hasta que me convertí en la persona que era en esos momentos.
- El Custard House era el peor pub de toda Birmingham.
Fruncí el ceño.
- ¿Era?
Se quedó estático. Como si hubiera dicho algo que no debería. Siguió sin mirarme, su mirada seguía fija en el techo.
No me respondió.
Su mandíbula estaba tensa.
- Thomas. ¿Qué quieres decir con que era?
Estaba comenzando a desesperarme. Estaba empezando a temerme lo peor.
Ese lugar había sido un infierno, pero me había visto crecer.
- Ese sitio ya no existe - murmuró.
Sentí cómo las lágrimas se me agolpaban en los ojos. No sabía por qué reaccionaba así. Dan me había hecho más daño del que podía soportar.
- ¿Qué ha pasado?
Por primera vez, su mirada se posó en mí.
Dios.
Me estremecí. Esa expresión no traía nada bueno.
- Lo quemé - soltó.
Se encogió de hombros, como si fuese algo que no había podido evitar.
Me incorporé, me senté en la cama y le miré, presa del pánico.
- Que tú ¿qué?
Alargó el brazo para coger los cigarrillos y encendió uno.
- Fue la noche de la subasta. Estaba nervioso, me dijiste que él te había tocado y no pude soportarlo. Llamé a Arthur y a Michael y lo quemamos - explicó.
Me toqué la frente. No podía creerlo.
- Dime que estás de broma. Dime que lo que me estás contando es mentira.
Negó con la cabeza y me levanté de la cama. Comencé a andar de un lado para otro, sin saber qué hacer. Yo no quería volver allí, pero eso no significaba que quisiese que el sitio desapareciese.
Me quedé estática por unos segundos. No sabía cómo me sentía al respecto. No sabía cómo reaccionar. Tenía demasiadas emociones corriendo por mi cabeza en esos momentos.
- Quiero que me lleves allí.
Me miró, con el ceño fruncido.
- Alma, no creo que sea neces-