Al día siguiente Tommy me llevó a un lago. Me ilusioné como si fuese una niña pequeña. No era gran cosa, pero me hizo muy feliz.Hacía frío porque aún estábamos en marzo. Me estremecí cuando llegamos a la especie de arenal que había entre el bosque y el agua.
Tommy se metió antes que yo. Se desvistió hasta que ya no quedaba nada más que su ropa interior. Tragué saliva.
Se hundió en el agua con rapidez, sin pensárselo. Le miré, abrazándome a mí misma, con fuerza. Pasó un rato hasta que verdaderamente se dio cuenta de que yo no tenía intención de meterme. Me sonrió desde dentro y juré que jamás había visto algo tan puro. Thomas no sonreía mucho. Pero, cuando lo hacía. Dios, esa sonrisa podría curar enfermedades.
- Te estoy esperando, Alma.
Negué con la cabeza, divertida. Quería meterme. De verdad que quería estar ahí dentro con él, pero me estaba congelando.
Me hubiera gustado estar ahí toda mi vida. Mirándole, mirando cómo su pelo mojado le tapaba los ojos. Viendo las gotas de agua acariciándole la cara de arriba abajo. No quería que le pasase nada malo. La muerte de su mujer debía haber sido un palo demasiado duro, demasiado doloroso. Admiraba que hubiese sido lo suficientemente fuerte como para contármelo.
- Eres una cobarde - negó con la cabeza.
Me lo pensé otra vez. Quizá esa era la última vez que íbamos a estar allí, juntos. Tenía que aprovecharlo, tenía que vivirlo como si no fuese a pasar nunca más.
Me quité los zapatos, aún sin estar segura de si me iba a meter. Me acerqué a la orilla, donde mis pies tocaron el agua. Estaba fría, congelada, pero no me aparté. Siempre me ha gustado el frío. Hay algo en él, la manera en la que te despierta, que hace que recuerdes que estás vivo.
- No sé como lo haces, está congelada - dije, casi tiritando.
Yo llevaba puesto un vestido blanco que me llegaba hasta por debajo de las rodillas. También llevaba una chaqueta que Tommy me había dejado por si tenía frío, pero me la quité. Iba a meterme.
Por un momento, me sentí insegura. No sabía si iba a ser capaz de quitarme el vestido ahí, con él mirándome. Ya me había visto en ropa interior, pero nunca había sido de una forma tan expuesta.
- Vamos, estoy empezando a no sentir los dedos de los pies - rió.
Me lo pensé una vez más y lo hice, saqué el vestido por encima de mi cabeza. Lo dejé al lado de la chaqueta, y me metí aún más adentro esa vez. El agua acariciaba mi estómago. Podía sentir cada parte de mi cuerpo, la sangre corriendo furiosamente por mis venas. Todo. Y se sintió bien. Me sentí bien.
Noté como se acercaba a mí lentamente, tratando de no reírse. Me esperé lo peor, sabía lo que tenía planeado hacer, pero no pensé que pudiese ser así de cruel.
- Tommy, ni se te oc-
No pude terminar la frase. Me tomó de la cintura y me sumergió en el agua con él. No me soltó en ningún momento, me mantuvo estrechamente pegada a él, como si tuviese miedo de que me escapase.
Se sintió reconfortante. Como si el peso de las últimas semanas de repente se hubiese esfumado, como si todo hubiese sido una simple pesadilla, como si se hubiese hundido en el lago.
Cuando salimos a la superficie, puse cara de enfadada. Rió. Su risa. Cada vez que la oía casi me hacía olvidar todo lo malo que había vivido. Casi.
Ya no hacía frío.
- Has sido demasiado malo - bromeé.
- Para nada, te he ayudado. Los dos sabíamos que no ibas a meterte por tu cuenta.