Capítulo 3. El médico

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El miedo me recorría incluso varias horas después, ya de madrugada. Tenía que ser una broma, una mala pasada que me jugaba mi cerebro.

Pero no lo era, el tatuaje era real, tal como lo había corroborado cada vez que despertaba sudando agitado. Tenía miedo, ya no podía diferenciar entre la realidad y las alucinaciones, en el edificio me había parecido demasiado real lo que viví y ahora resultaba que nada había sido verdadero según las palabras del médico que había ido a verme esa tarde.

Cada vez que terminaba una pesadilla y despertaba, me revisaba para ver si el tatuaje había desaparecido, pero no. Seguía ahí, firmemente marcado.

–¿Quién es Victor?- pregunté en voz baja y suspiré. No obtendría respuesta, estaba seguro de ello, ni siquiera podía confirmar que eso estuviera sucediendo en realidad, tal vez se trataba de una horrible alucinación.

Decidí acabar con eso en ese momento, no volvería a despertarme. Fui a la cocina a buscar las pastillas para dormir de mi abuelo, eran de una dosis bastante fuerte pero necesitaba dormir de una vez por todas y olvidarme de todo eso.

Tomé dos pastillas y me serví un vaso con agua antes de regresar a mi recámara. Hacía demasiado frío pero yo estaba sudando, de modo que decidí cambiarme de ropa. Mi playera estaba empapada y mi pantalón se sentía demasiado caliente, de modo que elegí prendas más ligeras y me metí a la cama. Tomé las dos pastillas al mismo tiempo y me las pasé con un enorme trago de agua, no quería saber nada y lo único que deseaba era dormir. Cerré los ojos y repasé el tatuaje con mis dedos, el ardor no se había ido, era como si me hubiera tatuado el interior de la piel.

–¿Quién eres, Victor?- volví a preguntar mientras sentía que las pastillas hacían efecto y me iba quedando dormido.

Temprano en la mañana me despertó el ruido de mi abuelo en la cocina. Me sentía completamente distinto, como si hubiera despertado de un gran letargo, como si las pesadillas de la noche anterior se hubieran mezclado con la realidad y no supiera diferenciar entre ellas.

Lo primero que hice fue levantarme la camisa para comprobar que el tatuaje seguía ahí, y efectivamente, no se había desvanecido. Ahora no podía decir que todo lo que había vivido en ese edificio hubieran sido alucinaciones, al menos no completamente, si bien lo del sobre había sido falso y lo de las luces y el elevador también, seguro algo me había ocurrido en aquél lugar la primera vez que fui, algo que quizás ni yo mismo sabía lo que era, y eso me causaba escalofríos.

Me puse de pie y bajé a desayunar, ya me las arreglaría para que mi abuelo no notara el tatuaje, de todos modos estaba en el pecho y si llevaba playeras todo el tiempo nadie podría verlo.

Me senté en la mesa junto a él y tomé un poco de fruta. No tenía hambre pero no quería que mi abuelo me cuestionara por no desayunar.

–Buen día, Yuri- me saludó y yo le sonreí intentando aparentar normalidad

–Hola abuelo-

–¿Cómo te encuentras hoy?-

–Bien- respondí -estoy cansado-

–No debes volver a la escuela hasta mañana, quédate a descansar-

–Pero pensaba ir a ayudarte a la tienda-

–De ninguna manera Yuratchka, el médico dijo que tenías que descansar-

–Pero...-

–Sin discutir, ¿de acuerdo? prefiero atender solo a que algo te pase-

–Está bien, no te preocupes- suspiré y me levanté de la mesa -iré a recoger la correspondencia, abuelo-

Salí de la casa y me acerqué al buzón para sacar las cartas, últimamente no había nada nuevo además de pagos, facturas y el periódico que mi abuelo leía, sin embargo, esta vez si hallé algo distinto. Yo no solía revisar la correspondencia, si quería comunicarme con mis amigos simplemente los llamaba o les dejaba un mensaje en su celular, pero en aquella ocasión, la curiosidad me invadió sorpresivamente y decidí echar un vistazo. Como era de esperarse solo había facturas y recibos, un par de invitaciones para suscribirse a revistas y el periódico, sin embargo, debajo de todo eso había un sobre idéntico al que había encontrado en aquél horrible edificio. El miedo me recorrió la espina dorsal nuevamente y estuve a punto de lanzar un grito, pero me paralicé por completo. No pude emitir sonido alguno y me quedé inmóvil, suplicando que mi cuerpo reaccionara y soltara esa porquería de una vez por todas, pero no podía hacer nada más que quedarme mirándolo completamente incrédulo.

Tu sangre en mis venasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora