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A su alrededor, Iseul comenzó a oír un suave murmullo de voces.

Sintió que alguien, tal vez la enfermera, le pasaba un trapo fresco por la frente.

Olía el suave aroma de la lluvia y del algodón de las sábanas que la cubrían, pero mantuvo los ojos cerrados.

No quería despertarse. No quería abandonar la oscura paz del sueño, la calidez que le proporcionaban sueños que apenas recordaba y que aún la acunaban entre sus brazos. No quería regresar al vacío de una existencia de la que no tenía recuerdo alguno. No había identidad. Nada a lo que aferrarse. Aquel vacío era mucho peor que cualquier dolor.

Tres horas atrás, el médico le había dicho que estaba embarazada.

No podía recordar el hecho de haber concebido aquel hijo. Ni siquiera recordaba el rostro del padre de su hijo, aunque lo conocería aquel mismo día. Él llegaría en cualquier instante.

Se cubrió la cabeza con la almohada y apretó los ojos con fuerza. Se sentía atenazada por los nervios y el temor de encontrarse con él por primera vez, con el padre de su hijo.

¿Qué clase de hombre sería?

Oyó que la puerta se cerraba y se abría. Contuvo el aliento.

Entonces, alguien se sentó sobre la cama a su lado, haciendo que se inclinara hacia él sobre el colchón. Unos fuertes brazos la rodearon de repente. Sintió la calidez del cuerpo de un hombre y aspiró el masculino aroma de su colonia.

—Iseul estoy aquí —susurró una voz profunda y baja, con un exótico acento que no era capaz de identificar—. He venido a buscarte...

Una profunda excitación la recorrió de la cabeza a los pies. Respiró profundamente y apartó la almohada. Él estaba tan cerca de ella, que lo primero que vio fueron sus pómulos marcados. La pálida piel que adornaba su fuerte mandíbula. El aspecto suave de su blanquecina piel. Entonces, cuando él se apartó de su lado, contemplo su rostro entero.

Era, sencillamente, arrebatador.

¿Cómo era posible que un hombre fuera tan masculino y hermoso a la vez? Su cabello negro le rozaba suavemente la piel. Tenía el rostro de un ángel. La recta nariz se le había roto, al menos, en una ocasión, a juzgar por la pequeña imperfección de su perfil.

Tenía unos labios carnosos y totalmente sensuales, con un gesto que revelaba una cierta arrogancia y, tal vez... crueldad.

Los ojos que la contemplaban eran tan profundos como la oscura noche. Bajo aquellas aperladas profundidades, le pareció ver durante un instante el fuego del odio, como si deseara que ella estuviera muerta.

Entonces, Iseul parpadeó y, de repente, vio que él le sonreía con un tierno gesto de preocupación. Debió de haberse imaginado ese sentimiento tan desagradable. No era de extrañar, teniendo en cuenta lo desconcertada que se encontraba desde el accidente, un accidente que ni siquiera era capaz de recordar.

—Iseul —susurró él mientras le acariciaba suavemente la mejilla—, pensé que no te iba a encontrar nunca.

El roce de sus dedos le prendía fuego en la piel. Se sentía ardiendo desde el rostro hasta los senos. Los pezones se le irguieron al tiempo que el vientre se le tensaba de un modo extraño. Respiró profundamente y examinó su rostro. Casi no podía creer lo que veían sus ojos.

¿Aquel... aquel hombre era su amante? No se parecía nada a lo que ella hubiera esperado.

Cuando el doctor Evans le dijo que su novio estaba de camino, se había imaginado un hombre de aspecto amable, cariñoso y con sentido del humor. Un hombre sencillo, con el que pudiera compartir sus problemas mientras fregaban los platos juntos al final de un largo día. Se había imaginado una pareja. Un igual.

All Of My Life ♡ JjkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora