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La luz del sol resultaba brillante, casi cegadora, contra la palaciega mansión de blancas paredes. Mientras observaba el cielo y el mar, a Iseul pareció que jamás había visto tantas tonalidades de azul y gris. Se estiró en la hamaca que había Junto a la piscina y decidió que el cielo parecía unirse al mar. Dejó a un lado su libro sobre embarazos y observó cómo el mar lamía la blanca arena de la playa.

Sólo llevaban allí unas pocas horas, pero ella ya se había puesto un bikini de color amarillo y una hermosa túnica de color rosa. Afortunadamente, tenía en su armario ya gran cantidad de prendas cómodas y atractivas.

Cerró los ojos y gozó con la calidez que los rayos del sol le transmitían a la piel.

Además, ella no era la única a la que parecía gustarle. De repente, abrió los ojos de par en par y contuvo la respiración. Se colocó las manos sobre el vientre, justo por encima de la braguita del bikini.

¿Acababa de sentir...? ¿Había sido eso...?

—Buenos días, mi amor...

Miró hacia atrás y vio que Jungkook estaba en la terraza. Sólo llevaba un bañador y tenía una bandeja con dos vasos de agua con gas y dos platos de sándwiches y fruta. Ella le sonrió, aunque no tenía demasiada hambre.

Al menos, no de comida.

Centró la atención en su musculoso torso, sus fuertes brazos y sus potentes piernas. No comprendía del todo la razón por la que, con tanta urgencia, se habían trasladado hasta allí desde Seattle, pero se había mostrado tan cariñoso y tan encantador, que le había resultado imposible negarse a su deseo por llevarla a casa.

Desde que llegaron a la mansión aquella mañana, se había tomado muchas molestias para que se sintiera allí como en su casa. Iseul no podía creer que fuera la dueña de aquella casa que estaba frente a las costas y a la que se podía acceder por un camino rocoso o helicóptero. Los muchos criados que se ocupaban de la enorme mansión resultaban casi invisibles.

Su marido bajó con la bandeja y le dio un dulce beso en la mejilla.

— ¿Te gusta?

—Es como un sueño, Jungkook. Un cuento de hadas. Me encanta.

—Bien —dijo él mientras se sentaba en la hamaca que había al lado de la de Iseul—. Quiero que seas feliz. Quiero que críes a nuestros hijos aquí.

— ¿Hijos? ¿Cuántos hijos?

— ¿Dos?

— ¿Seis? —bromeó ella.

—Creo que podremos alcanzar un acuerdo. Tres.

—Está bien. Soy tan feliz aquí, que creo que no querré marcharme nunca.

—Así será.

—Bueno, ¿Qué es lo que tienes en mente? ¿Una luna de miel que no acabe nunca?

Jungkook se inclinó para besarla tierna y dulcemente en los labios.

—Exactamente.

Se levantó de nuevo y se dirigió a la mesa con la bandeja. Colocó los platos e hizo lo mismo con cubiertos y servilletas. Entonces, se llevó las dos copas de agua mineral a las hamacas y le entregó una a Iseul.

Luego, levantó la suya.

—Por la mujer más hermosa del mundo.

Iseul se sonrojó y golpeó suavemente la copa contra la de él.

—Por el hombre más maravilloso del mundo. Gracias por decirme la verdad. Gracias por perdonarme. Gracias por dejarlo todo atrás y por traerme a casa.

All Of My Life ♡ JjkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora