LA CONDESA DE TARRAGONA

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El Conde de Barcelona envió al de Tarragona como mensajero a Roma para que visitara al Papa.Al marchar el Conde de Tarragona, su hermano bastardo se enamoró de su cuñada la Condesa, la cual fiel a sú marido supo mantenerlo a ralla y no hizo caso a sus galanterías.


Al cabo de unos meses, se extendió por la ciudad la noticia de la vuelta del Señor y el hermano bastardo por miedo a ser descubierto, si la condesa como era de esperar le explicaba a su marido lo que había pasado, escribió una carta a su hermano, diciéndole que su mujer había cometido adulterio con un caballero que estaba a punto de huir.

El conde de Tarragona al recibir la carta y creyendo que su hermano decía la verdad, escribió otra en la cual ordenaba a sus oficiales que la detuvieran rápidamente y que acto seguido tal como fuera vestida la tiraran al mar.

Los oficiales habiendo recibido la carta se presentaron ante la Condesa, la cual, estaba vestida con sus mejores vestidos bordados en oro y pedrería, esperando la llegada de su amado.Le dijeron cual era el motivo de su presencia y ella con gran entereza les ordenó que cumplieran la orden del Conde. Los oficiales resignados la subieron en una barca y se adentraron en el mar.

Cuando estaban a unas millas de la costa, la Condesa confiando en Dios y en la Virgen María, tiró su capa al agua y saltó sobre ella. Milagrosamente flotó sobre ella como si fuera en una barca, y navegó así hasta que se la perdió de vista, mientras que los oficiales se quedaban maravillados ante el hecho.

Tanto navegó que llegó a Inglaterra al anochecer. Dos pescadores que estaban recogiendo las redes cerca de la costa, viéndola llegar sobre un manto creyeron que era un fantasma, pero ella les dijo que no tuvieran miedo y los pescadores con cautela la llevaron a su casa.La Condesa suplicó a la madre de los pescadores que vendiera su rica capa y con el dinero comprara tela de fino hilo y seda. Con estos tejidos confeccionó cojines, toallas y otras piezas preciosas y pidió que las vendieran ante la corte del Rey, Reina y de sus doncellas.

La Reina viendo la maravillosa confección, preguntó quién las había bordado y la buena mujer contestó que una doncella a la que había acogido en su casa, explicándole el milagroso viaje.La Reina maravillada le ordenó que se la presentara, así fué como la Condesa entro en palacio y se quedó al servicio de la soberana, con una única condición de la Condesa, de no tener que salir nunca de los recintos reales.

Respecto al Conde, entró en Tarragona al anochecer del mismo día en que se cumplió la sentencia, en compañía de su hermano bastardo. Encontró a todo el mundo muy triste y les preguntó la razón. Los Tarraconenses le reprocharon el gran pecado que había cometido al ordenar matar a una mujer tan fiel como era su esposa y le explicaron la maravilla que había pasado en el mar.

Entonces el Conde lloró amargamente y al día siguiente, donó el condado a la iglesia, regaló las riquezas y joyas a sus amigos y juró que no dejaría de peregrinar hasta encontrar a la Condesa.Con una gran pena, se separó de los Tarraconenses y recorrió muchos países sin encontrar ni rastro de su esposa.Un día llegó a Inglaterra, y al pasar por el mercado, el mayordomo del Rey se le acercó y le dijo: Amigo, coge este cesto de pescado y llévalo a palacio.El Conde cumplió el encargo y estando en la cocina d epalacio el cocinero real le invitó a quedarse el tiempo que quisiera. El Conde aceptó el ofrecimiento y se quedó como ayudante del cocinero.

Un día el rey de Bretaña, envió unos mensajeros al de Inglaterra exigiéndole el tributo de siete años o a un caballero que le representara en un duelo, de lo conttrario le declararía la guerra.El rey enfureció, incluso perdió el apetito y más aún al no encontrar a nadie que quisiera combatir por él.

El mayordomo explicó al cocinero lo que pasaba y el Conde al oirlo inmediatamente dijo: Yo combatiré por él.Se acercaba el límite de tiempo establecido pro el rey de Bretaña y el mayordomo le dijo al Rey: Sabed Señor, que como ayudante de vuestro cocinero, hay un hombre que está dispuesto a compatir por vos. Es fuerte y tiene un fuerte cuerpo. Como no encontráis a nadie más, aceptarlo no tenéis nada que perder.

El Rey ordenó que le presentaran a aquel caballero y al preguntarle quién era le responidó " Soy un hombre que busca la felicidad"Estaba tan decidido y el Rey le vió tan valiente, que le dió sus ropas y sus armas.

El conde de Tarragona se fue al campo de batalla. Combatió contra el enemigo y le venció traspasándole el pecho con una lanza.El Rey gracias a la victoria, no tuvo que pagar el tributo y con gran alegría volvieron a palacio a comer. Después de lavarse las manos pidió unas toallas y la Condesa se las trajo. Al verla, el Conde enmudeció y ella también.

Durante la comida ninguno de los dos comió nada. El rey extrañado por el comportamiento del valerosos caballero le pidió que le explicará el motivo, que si era porque alguien de la corte le había ofendido, lo vengaría de inmediato, y lo mismo le dijo la Reina a la Condesa.

Cuando el Conde pudo recuperar el habla le dijo: Señor, busco por el mundo la felicidad y creo que hoy la he encontrado en vuestra corte, es una mujer a la que quiero mucho.El Rey entró en la habitación de su esposa y le preguntó que mujer había podido ser aquella que había visto el Conde. Ella le contó lo que la Condesa le había explicado una vez, y así supieron que la felicidad que el Conde buscaba era la doncella que boradaba esas piezas tan hermosas.

Les pusieron frente a frente y cuando se vieron se abrazaron y se desmayaron. Al volver en sí, el Conde dijo al Rey: Yo soy el Conde de Tarragona, y le explicó todo lo que había pasado.

Los reyes, agradecidos a los Condes de haberles servido, les concedieron permiso para irse a Tarragona, para que sus vasallos conocieran el prodigio que Dios les había hecho, pero no sin antes hacerles prometer que volverían a Inglaterra pronto a visitarles,

Los Condes vinieron a Tarragona y todos los habitantes manifestaron su inmensa alegría.Pasado un tiempo, volvieron a Inglaterra y a la muerte del Rey como no tenía descendencia, le dejó su reino al Conde de Tarragona.

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