LA PARED DE ROBERTO

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 Roque de Los Muchachos. Arriba, a 2.426 metros de altitud, la leyenda dice que el diablo, celoso de la felicidad del alma y el cuerpo, construyó en una sola noche una pared que incomunicaba el antiguo camino que unía Santa Cruz de La Palma y la Villa de Garafía. Aquel murallón acabó con la aventura amorosa de un joven de Tagaragre y una joven de Aceró, aunque el hombre, un día, intentó atravesarlo, lo que logró transformado en una bola de fuego que rodó hasta el abismo. La mujer que provocó la intrépida acción del joven amaneció muerta, y los pastores la enterraron en el Roque, donde sobre su tumba brotaron pensamientos de la cumbre o Viola Palmensis, planta que, según la leyenda, copió el color azul de los ojos de la joven. La pared de esta historia, que se denomina Roberto porque era el nombre que se le daba al diablo, puede verse hoy partida en dos mitades.

María Liberata de Guisla. Fue una mujer déspota, malhumorada, gruñona y demasiado exigente. Es la historia de María Liberata de Guisla, enterrada en la cripta de la capilla de la Victoria de la iglesia de San Andrés, en el municipio de San Andrés y Sauces, en un espacio de poco más de 10 metros cuadrados. Cuentan que unos días después de fallecer, el sacristán escuchó voces y golpes que no sabía de dónde procedían y que pedían auxilio. No dijo nada. Años después, al utilizar la cripta para otro enterramiento, encontraron a Liberata fuera de su tumba y con un ladrillo en la mano.

En 1986 esta leyenda toma cuerpo de veracidad. Un equipo de arqueólogos hicieron una excavación y después de estudiar detenidamente los restos humanos hallados, manifestaron que este relato tiene "visos" de realidad, ya que el cuerpo de María Liberata apareció en posición secundaria que no le correspondía por su cuna o posición.

Todavía hoy sobrecoge a mucha gente del lugar la posibilidad de que aquella mujer fuera enterrada viva.

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