Pelirroja.

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Orihime

¿Cómo estaba? No lo sabía. ¿Dónde estaba? Tampoco lo sabía ¿Por qué estaba así? Otra respuesta negativa.

Aturdida y principalmente adolorida. No podía moverse, como si estuviese bloqueada. No podía ni siquiera abrir sus ojos. Sentía el ajetreo de ser llevada a algún lugar, posteriormente voces desesperadas, algunos llantos, y finalmente, volvió a dejar de sentir.

~

— Puede despertar en cualquier momento, sí eso pasa, por favor, avíseme— una voz gruesa se escuchó a la lejanía, resonando en su cabeza, como si le hubieran gritado con un altavoz en el oído.

— Eso haré, no se preocupe— vagamente reconoció la voz de su tía Rangiku, seguidamente, se escuchó el ruido de una puerta abriéndose y cerrándose.

Trató de abrir los ojos, pero estos pesaban y se le complicaba. Su cabeza era la víctima de múltiples latidos que llegaban desde la parte trasera de su cuello, expandiéndose  hasta llegar directamente a su frente.

Sentía también una gran opresión, la cual fue desapareciendo de apoco, junto a los latidos en su cabeza. Entonces, de un momento a otro empezó a sentirse ligera y más tranquila, así que supuso que sería capaz de abrir los ojos.

Y eso hizo, lentamente fue abriendo sus ojos, los cuales fueron cegados con una luz blanca que apuntaba directamente hacia ella, trató de taparse la cara con  los brazos, pero estos estaban entumidos y casi no podía moverlos, así que soltó un pequeño quejido.

— ¡Hime, haz despertado!— Rangiku saltó rápidamente de su asiento; un sillón igual de blanco que el resto de la habitación y salió prácticamente corriendo hacia el pasillo de lo que podría ser un hospital.

La pelirroja quedó sola en la habitación y trató de procesar todo. Lo último que podía recordar era que estaba saliendo del baño después de que tocasen el timbre para ingresar a la siguiente clase en la escuela, y de ahí todo era un recuerdo borroso y distorsionado.

Le dieron unas ganas inmensas de llorar. “Entonces así comienza todo” pensó. Así comenzaría su fin, su enfermedad claramente ya había avanzado y dudaba que algo pudiera nivelarla o eliminarla completamente de su organismo.

Observó todo a su alrededor y apreció un suero conectado mediante una jeringuilla a su brazo derecho, también tenía una máscara de oxígeno, algo que no había notado hasta el momento.

Segundos después, ingresaron a la habitación su tía Rangiku, dos enfermeras y su doctor de cabecera, el doctor Aizen, el mismo que le había diagnosticado su enfermedad.

Aquel castaño con lentes caminó hacia ella y jaló un banquito de metal que estaba en la esquina de la habitación para colocarla a lado de su camilla y sentarse.

—Bien Orihime, ¿cómo te sientes?—  preguntó el hombre de lentes, examinando una hoja en sus manos. Las enfermeras que habían entrado también a la habitación empezaron a chequearla. Orihime sintió la boca seca y contestó en un suave susurro:

— Creo que bien— su tía Rangiku, quien extrañamente se había mantenido callada hasta el momento, lanzó un suspiro y salió nuevamente de la habitación — ¿qué pasó?— preguntó segundos después.

— Al parecer estamos empezando el proceso de los ataques— explicó Aizen. Rangiku entró nuevamente a la habitación, pero esta vez  acompañada de Gin, quien al verla despierta se acercó a ella del lado contrario del doctor Aizen y pasó su brazo por los hombros de la pelirroja, dándole un ligero apretón, mientras Rangiku volvió a sentarse en el sillón, con la cara entre sus manos— milagrosamente este ataque no provocó nada más grave que un sangrado de nariz, pero  me temo que estos ataques irán empeorando con el paso del tiempo— prosiguió y entonces pudo escuchar el débil sollozo de su tía Rangiku. Gin volvió a apretar sus hombros— por eso, necesito que el resto de esta semana descanses y te nutras bien, también necesitas tomar todos los medicamentos y vitaminas que te recetaremos, porque necesitas estar lo más fuerte posible para lo que se viene— Orihime dirigió un asentimiento de cabeza hacia Aizen, y este, anotando unas cuantas cosas más en la hoja de diagnóstico de Orihime se retiró de la habitación junto a las dos enfermeras que lo acompañaban.

Pray; UlquihimeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora