Orihime.
Recargada en la pared, con la respiración entrecortada, y sangrando de la nariz, se encontraba Orihime Inoue; una chica totalmente hermosa de cabellera anaranjada y expresivos ojos grises.
Tenía la mano en su pecho, tratando de recobrar la tranquilidad, y los ojos llorosos.
Ella ya sabía que eso pasaría en cualquier momento, pero simplemente no estaba preparada.
Una chica tan joven como ella…. ¿por qué le pasaban ese tipo de cosas?
La chica de cabello naranja había visitado el médico años atrás, cuando tenía 11. Aún podía recordar ese día… había llorado tanto, ¿cómo poder olvidarlo?. Ese día el simpático doctor castaño y de lentes, el cual se hacía llamar Aizen, le había dado una las peores –si no es que la peor- noticias que había escuchado.
Al parecer, tenía una enfermedad desconocida y potencialmente peligrosa.
No sabían mucho de dicha enfermedad, pero después de varios años estudiando a Inoue, se habían dado cuenta de que era una enfermedad que se iba expandiendo por todo su organismo… y que incluso podría llegar a matarla. La chica estaba muy asustada, cabe recalcar.
Últimamente se había sentido muy débil en todos los aspectos, emocional y físicamente.
No sabía qué hacer. Su tía Rangiku, había tratado de animarla, diciéndole cosas como que iba a estar bien y no le sucedería nada.
Bueno, ni ella misma se lo creía.
Sus padres y su hermano mayor habían fallecido en un accidente automovilístico cuando tenía 5 años, y a pesar que no los recordaba tan bien, no podía negar que le hacían bastante falta.
Se había criado con su tía Rangiku, hermana de su madre. Ella vivía con su novio Gin, el cual era un gran amigo de Orihime, y podría decirse que a ellos los consideraba como sus padres, las personas que más la apoyaron desde que tenía memoria, a partir del trágico accidente de sus padres.
A simple vista, tomando en cuenta la historia de vida de Orihime, podría decirse que llevaba una vida miserable, ¿no?
Pero, al contrario, se sentía bastante a gusto con su vida –dejando de lado el hecho de que sus padres y su hermano no estuvieran con ella y tuviera una enfermedad que la mataría- y cómo la había sobrellevado.
Aún recordaba perfectamente el día que se había enterado de su enfermedad.
Su tía Rangiku había llorado a mares, al igual que Gin, justificando esto con el hecho de que la quería como una hija.
Orihime admiró el pasillo desértico de su escuela con los ojos llorosos.
El timbre que daba inicio al segundo período la había pillado en medio de uno de sus ataques.
Qué patética, y nadie se había detenido a preguntarle si estaba bien.
Renji y Rukia, sus únicos verdaderos amigos, se habían adelantado a sus respectivas clases. Ellos eran los únicos que sabían de la rara enfermedad de la chica, pero no sabían que ella estaba teniendo un ataque justo en ese momento.
Así que podría decirse que no tenía a nadie a quien pedir ayuda. Pero apenas y podía respirar, ¿cómo podría hablar para poder auxiliarse?
Cerró los ojos, el dolor persistente en su pecho no cesaba, estaba empezando a creer que moriría allí mismo.
Fue deslizándose lentamente por la pared del pasillo estaba a punto de desmayarse. Su pecho subía y bajaba violentamente inconscientemente, no podía hacer nada en ese estado.
Fue abriendo un poco más sus orbes grises, y, a pesar de que veía borroso la mayor parte del paisaje del pasillo, puso divisar una silueta que se dirigía a ella.
¿Cómo? Ni siquiera ella se dio cuenta, pero sus ojos se cerraron y todo lo que pudo recordar en ese momento fue un hermoso color esmeralda mirándola fijamente.