octubre

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31 de octubre.

El recuerdo es fresco. Hoy estoy sonriendo.
Tal vez sea tonto o tal vez ni yo lo crea.

Me miro al espejo por última vez, he invitado a Marlene a salir dado que quiero su amistad de nuevo. Pero no sonrío por ello. Sé que es tonto e ilógico porque eh estado esforzándome por olvidarlo todo, sin embargo siento que ya no duele, que puedo con ello.

Fue hace algunos años cuando mis amigos me invitaron a una grandiosa reunión. Habían personas que en mi vida había visto. El 18 de octubre era insignificante para ese entonces, sin embargo salió el tema del día de brujas. Entonces ella habló. Allí captó toda mi atención. Era todo oídos para cualquier sugerencia que ella daba, incluso me anoté a la fiesta (cosa que no solía hacer) ella me miró algunas veces e incluso coincidía con lo que yo proponía, no sabía lo que aquello significaba.
Después de haber medio organizado aquella fiesta todos se habían ido a bailar, yo sin embargo me quedé en el mismo lugar que aquella chica.

Hola.

Me  había dirigido la palabra sin ninguna señal de vergüenza.
Comenzamos a hablar, no fue por mucho pero fue algo cómodo. Antes de irnos intercambiamos teléfonos.

La alarma de mi teléfono suena, es hora de salir de casa.
De camino al restaurante los recuerdos vuelven. Recuerdo que los días que habían seguido nos escribíamos, incluso llegamos a salir juntos, miramos películas, salíamos a comer y estuvimos así hasta el día de la fiesta. Convivimos más, hablábamos con más naturalidad. Nuestro tiempo se fue en bromas, retos e incluso pensamientos extraños.
Nos habíamos salido de la fiesta, juntos pero no tanto, ambos teníamos que despertar temprano al día siguiente. Una vez que llegué a casa revisé mis mensajes y su "He llegado" estaba ahí junto con otros que eran reclamos del porqué no me había quedado. Sólo le contesté a ella.
Ninguno de los dos tenía sueño. Así que le propuse una llamada. Quedamos en que yo le contaría una historia de terror y ella me escucharía (porque ese día estaba su hermana con ella y no podía hablar), cuando le llamé y me contestó pregunté si estaba allí porque yo quería escuchar su voz, incluso tenía como un anhelo en mi corazón pero no hubo señal alguna, deduje que tal vez se había contestado sólo así que colgué.

—Pensé que no llegarías —Marlene me recibe con un abrazo.

—Vaya, has crecido. —rio y ella golpea mi hombro. Entramos al local y ordenamos. Desde que llegamos nos hemos puesto al corriente de lo que ha pasado en estos meses que no hemos hablado.
Me cuenta sobre quién ocupa mi consultorio en las mañanas, lo raro que toma su café, lo grosero que es con ella así como también sus raros fetiches.
Hoy eh reído bastante.
Hoy me siento vivo.

—Deberíamos ir al parque o algo. —Interrumpe mis pensamientos con su voz.— Sólo para no malgastar el día.

—Está bien, pero tú pagas los helados. —Rio y me levanto de la silla esperando que ella haga lo mismo.

Una vez en el parque, con los helados en las manos, nos quedamos de pie lejos del césped. Mirando la forma tan alegre en la que corren los niños, como si su energía no se acabara nunca. Mirando a aquellas parejas sin hijos, quienes demostraban su amor a todo el público o  también a aquellos que próximamente formarían una hermosa familia. Incluso habían ancianos tomados de la mano y es ahí donde la pregunta pasó por mi mente.
¿llegaré yo a eso?
Niego a la vez en que noto que Marlene tiene su mirada fija en mi.

—¿Pasa algo? —murmuro con una sonrisa en mis labios.

—Estabas muy pensativo. —Niega y gira su mirada en dirección contraria— Me preguntaba si pensabas en ella. —se encoje de hombros y juega con su helado.

—Oh no, no, Marlene no te había dicho, no he pensado mucho en ella, no con la regularidad con la que solía hacerlo. —Siento que mis mejillas duelen por la gran sonrisa que uso— no la he olvidado por completo, obviamente. Pero he decidido seguir adelante sin ella.

—Me alegro tanto por ti. —Entusiasmada, se tira sobre mi enrollando sus brazos en mi cuello.— No sabes cómo me pone feliz escuchar eso.

Se separa un poco de mi sin soltarme aún, me regala una hermosa sonrisa y sin desperdiciar un segundo más pega sus labios a los míos.
No sé cuántos segundos o minutos pasan para que yo reaccione, no lo veía venir, no de aquella pequeña a la no llevaba mucho tiempo de conocer. Mi mente me suplica que yo siga, que no lo deje pasar, que estaré bien. Pero mi corazón que está cerrado bajo llave no quiere que de paso a aquél beso.
Mis ojos están abiertos de par en par por aquella sorpresa mientras los suyos están cerrados, tratando de sentir algo.
Una vez que siento que puedo moverme, la tomo de los hombros y la separo.

—Lo sien...

—No te preocupes. —corto su oración y sonrío.

—Entonces tienes a una chica... —Me estremezco al escuchar aquella voz proveniente de un costado mío— Es por eso que ya no has escrito ¿cierto? —Su voz se escucha como un susurro, como un grito lejano.— Es ella quien ahora te hace feliz.

—¿Quién eres tú? —Marlene cruza los brazos sobre su pecho mientras yo tomo aire y cojo valentía para voltear a la fuente de aquella voz.

—Stephanie... —murmuro, su nombre genera un cosquilleo en mi boca, en mi estómago, hace que mi mente se revuelva. Hacía mucho tiempo que no pronunciaba su nombre en voz alta.

—Diego... —Sus ojos almendrados están fijos en los míos.— Lo siento, yo... No quise interrumpir nada. —Se escucha quebrantada— Es mejor que me vaya.

Muerde su labio, como solía hacerlo antes de llorar ante cualquier película romántica. Inhala fuertemente y gira sobre sí misma para seguir con su camino.
Y yo aquí perplejo.
Mi mente busca mil maneras de hacerle volver, me siento sin aire al ver que cada segundo que no reacciono ella se aleja más y más.

—Marlene, lo siento.

—Diego, dijiste que podías. —Su mirada es dura pero sé que entiende, su única reacción es darme la espalda y caminar hacia la otra dirección.

Mi corazón palpita rápidamente contra mi pecho y duele, él se quiere salir. Sin más tiempo que perder corro detrás de ella.

—¡STEPHANIE! —grito. Ella se da vuelta, sus ojos están llenos de lágrimas.
Al llegar hasta su lado sólo puedo abrazarla, abrazarla fuerte por lo mucho que la he extrañado. Beso su cabeza y no sé por cuánto tiempo más nos quedamos así.

—Lo siento Diego, yo... yo no quería buscarte, quería que fueras feliz sin mí. —Habla entre sollozos.— Perdoname.

Silencio.
No puedo contestar, no sé cómo debería contestar y sólo puedo quedarme en silencio.

—Te quiero. —susurro con los labios pegados a su cabeza.— Y no tengo nada que perdonarte.

Olvido.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora