Capítulo 2

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IVÁN

Cuando llego al colegio siento los nervios recorrerme la espalda. Aun así, intento parecer lo más casual que puedo. Veo algunos chicos caminando por aquí y por allá; me sorprende ver estudiantes tan temprano, apenas son las seis veinte y su jornada comienza a las y cuarenta. En aquel colegio donde hice mis pasantías lo normal era que veinte minutos después de la hora de entrada siguieran llegando estudiantes, no al revés. Se siente un buen cambio desde ya.

Atravieso todo el campus para llegar a la sala de profesores de bachillerato. El colegio está algo así como dividido en tres secciones —preescolar, primaria y bachillerato— y cada zona tiene su propia sala de profesores.

Al cruzar la puerta, algunas miradas se desvían hacía mí. Recibo algunos buenos días y una que otra sonrisa. Les devuelvo las sonrisas y los saludos a todos.

Camino directo hacia mi escritorio que está en medio de Armando, el profesor de biología, y Víctor, el de filosofía. Tan pronto dejo mi maletín sobre la mesa, siento una voz que ya se me hace más que conocida; Marcela.

—Hola, tú—saluda la castaña de ojos cafés que lleva una camisa azul eléctrico de botones.

—Hola—le devuelvo el saludo con una sonrisa—, ¿cómo amaneces?

Marcela fue la primera que conocí en este lugar. El rector le pidió que me diera un recorrido por el campus y desde entonces se ha encargado de hacerme sentir lo más cómodo posible. Ha hecho un muy buen trabajo. Además, sólo me lleva cuatro años, lo que es mucho menos que los demás, por lo que siento que nos llevamos bastante bien; es bueno tener a alguien contemporáneo aquí.

—Bien, gracias—me responde también con una sonrisa, enseñándome esos colmillos un poco prominentes que tiene—. ¿Y tú? ¿Nervioso por el primer día?

Me hace reír. ¿Soy tan obvio?

—Un poco.

—Lo harás bien—me asegura—. Después de que tengas tu horario y claridad en cómo llegar a los salones, vas a estar bien.

Al menos esa área la tengo cubierta. Recuerdo perfectamente cómo tengo que moverme por este lugar y mi horario casi lo tengo aprendido de memoria desde el día que me lo entregaron.

—No hay problema con eso.

—Entonces vas a estar bien—me sonríe una vez más—. Además, como eres nuevo, esta primera semana vas a gastar mucho tiempo en presentaciones y dejando clara tu metodología de trabajo. Créeme, te lo digo yo.

Marcela llegó a trabajar aquí hace dos años, así que llegó casi que igual a mí en edad. Por lo cual, confiaré en su palabra y me repetiré una vez más en mi cabeza que todo va a estar bien.

—Te tomo la palabra—le digo.

Ella asiente.

—Por cierto—habla como si acabara de recordar algo—, buena idea dejarte la barba, te hace ver un poco mayor y más maduro.

Parece que le he atinado a algo.

De repente, alguien habla para todo el lugar.

—En el auditorio central en diez minutos—la que habla es Clarisa, una de las profesoras de matemáticas.

—Creo que tenemos que ir—dice Marcela antes de tomarme por el codo para sacarme de la sala.


ANGÉLICA

Cuando papá se detiene frente al colegio son exactamente las seis cuarenta. Nos despedimos rápidamente y Paola y yo bajamos de la camioneta. Cuando cruzamos la entrada, la maestra Miriam, la profesora de química, nos indica que vayamos rápido al auditorio central, parece que ya va a comenzar la asamblea de bienvenida de todos los años. Siempre es lo mismo; el rector da unas palabras de bienvenida a todos por el nuevo año y una especial bienvenida a los nuevos, también se dan las noticias importantes del año, se presenta de manera rápida a los profesores —nombre, materia y en qué grados enseñan—, se asignan los directores de grupo y ya está, cada uno a su salón y que comience el año escolar.

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