Capítulo 5

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IVÁN

—Te hablo en serio, Carlos—digo mientras manejo camino al colegio.

Escucho a mi amigo soltar una risa que retumba en todo el automóvil.

No puedo evitar girar los ojos, y eso que es un gesto que nunca ha sido muy mío.

—Lo lamento, pero es que no puedo creer que haya vuelto a buscarte después de todos los insultos que te dijo—suelta una nueva carcajada.

Girando a la derecha recuerdo aquella noche; creo que nunca voy a olvidar ese día.

Llegué a casa de la universidad después de haber estado en la cafetería por una hora más o menos —estaba aprovechando que el profesor había terminado la clase antes de lo planeado— cavilando si de verdad iba a hacer lo que estaba pensando. Al final me había decidido a que sí, iba a decirle a Camila que pensaba que lo mejor para los dos era terminar, y me había convencido de que ella iba a entender, que tal vez le dolería pero que era una mujer madura que iba a entender mis pensamientos.

Encontré a la rubia de ojos verdes sentada en la sala con el televisor encendido, su cabello recogido en un moño despeinado, unos pantalones cortos de pijama, una sudadera de GAP que siempre usaba cuando estaba en casa y un par de medias. Me recibió con una sonrisa igual que todos los días, y tengo que admitir que en ese momento mi determinación se tambaleó. Pero al final me senté con ella y comencé a hablar, ella parecía confundida y en algún momento su confusión se transformó en enojo. Comenzó a decir todo lo que le cruzó por la cabeza; dijo que yo era un maldito, dijo que nunca la había querido, que la había utilizado, dijo que seguramente le era infiel con alguna de mis compañeras de la universidad o alguna de las compañeras del colegio donde estaba haciendo mis pasantías, dijo que deseaba que alguien me hiciera sufrir como yo la estaba haciendo sufrir a ella, que todo en la vida se pagaba, incluso dijo una frase que fue la que me dejó pasmado durante toda la noche, dijo que eso tendría que pagarlo con sangre. Y claramente dijo que no quería volver a verme nunca en su vida. Después de eso, cruzó la puerta del apartamento.

—Oye, ¿estás ahí? —Carlos me saca de mi trance.

—Sí, aquí estoy—digo deteniéndome en un semáforo.

—Bien, hablando en serio, ¿qué le dijiste?

—Pues lo que ya te dije, que no pensaba que entre nosotros dos las cosas volvieran a funcionar.

—Pero que podían ser amigos.

—Sí.

Lo escucho suspirar.

— ¿Qué pasa? —pregunto con el ceño fruncido.

—Pues que eso es abrirle la puerta a algo más, la amistad lleva a otras cosas.

—No seas idiota—arranco cuando el de adelante se pone en marcha—. Le dejé claro que su disculpa no cambiaba nada sobre nuestro rompimiento.

Lo hice.

Me lo puedo imaginar también camino al trabajo, con su traje negro clásico de siempre —entiéndase siempre como desde que comenzó a trabajar—, pero con esa mirada que dice por él «eres tan idiota».

—Yo sólo te digo que conociendo a la loca de tu exnovia...

—No la trates así—lo interrumpo.

Puede que Camila haya hecho cosas de las que no debería sentirse orgullosa, pero tampoco voy a permitir que Carlos se exprese así de ella.

Ellos dos nunca se llevaron bien; a Camila no le caía bien Carlos y claramente a Carlos no le caía bien Camila. Pero siempre intenté que la relación fuera al menos llevadera y nunca dejé que ninguno se expresara mal del otro, al menos no en mi presencia. Y eso no va a cambiar ahora.

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