El deseo se desata

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La noche siguiente me desnudó frente a las ventanas del salón. La ciudad brillaba tenue debajo de nosotros. Deslizó los tirantes de mi vestido por mis hombros, me desabrochó el sujetador con destreza y me bajó las bragas. 

-No te muevas- dijo y abrió las cristaleras de la terraza. El aire fresco de la noche jugueteó con mi pelo. Mi expectación aumentaba mientras él removía un antiguo escritorio. 

-Cierra los ojos- ordenó. Obedecí rápidamente.

Algo suave y delicado siguió la curva de mis pechos. Arqueé la espalda, enloquecida por aquella dulce incitación
-Más- le susurré sorprendiéndome a mí misma

-Quieta-dijo él entre dientes.

Con aquel objeto suave me recorrió desde los hombros hasta los labios. Luego, bajó de nuevo y pasó rápidamente por mis pezones. Gemí cuando trazó pequeños círculos en mi abdomen. Me abrió las piernas y la curiosidad pudo más que yo y me asomé. Vi que tenía una larga pluma carmesí que avanzaba lentamente entre mis muslos. Separé más las piernas, temblando con la sensación mientras él me provocaba dulcemente.

-Tócame ahora- le supliqué

-Más tarde- dijo sonriendo -Todavía tengo mucho que hacer contigo, mi amor.

Sí, Señor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora