Latigazos

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-Quiero preguntarte algo- Él sonrió perezosamente,  retirando sus largas piernas de encima de mí -¿Por qué todas las cerraduras están echadas?- De todas las puertas y cajones de la sala colgaban candados plateados.

-Mi juguetes son valiosos-  replicó -Solo los saco cuando es preciso.

Me sentía juguetona y decidí vacilarle -Apuesto a que están vacíos- bromeé,  hurgando en sus costillas.

Se acercó hasta una caja fuerte que había junto a la puerta.  Introdujo un código y sacó un llavero cargado de llaves, unas veinte. ¿Cómo podía saber dónde estaba cada cosa?
-Como te decía,  solo los saco cuando son necesarios- dijo mientras abría un armario alto. -Y creo que ha llegado el momento.

Miré los objetos que había sacado del armario.  Tiras de seda, silicona y cuero...todo negro,  con manos de plata. -Gírate-  me ordenó -Ponte a cuatro patas.

El primer toque fue suave,  como una brisa.  Cambió de artículo y algo más áspero me golpeó las nalgas y los muslos. -¿Te gustan mis juguetes, cariño?

Llegó un nuevo azote,  calentando mi pálida piel como una lámpara.  Y me gustaba,  Oh,  sí que me gustaba.

Sí, Señor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora