El fragor de la batalla

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Cuando me llevó a la habitación,  me pareció un lugar extrañamente romántico.  La cama estaba cubierta de satén y una hilera de sencillas velas blancas parpadeaba sobre la mesa.  ¿Tal vez mi señor había decidido apostar por una noche convencional,  con sábanas de raso y luz tenue? -Acuéstate- Me ordenó mientras me empujaba hasta la cama y hundía mi cara entre los pliegues de las sabanas.  Desnuda,  expuesta,  me estremecí con el aire fresco de la noche.

-Tal vez esto te haga entrar en calor- me susurró. 

Sentí que algo me salpicaba la piel.  Fue una sensación primero cálida y sensual y luego más aguda,  más ardiente,  de algo que casi hervía. Las velas estaban derramando cera en mi piel. Pronto sentí el contacto frío del acero contra mi piel.  Me tense,  nerviosa,  pero solo estaba usando la parte plana de un cuchillo para raspar la cera de mi piel,  jugueteando con la hoja.  Cuando la piel estaba limpia,  hundió sus fuertes dedos en mi cadera para liberarme de la tensión acumulada y prepararme para lo que estaba por venir.

Sí, Señor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora