-¿A dónde vamos?- susurré mientras miraba por la ventana de la cabina de su avión privado.
-Enseguida lo sabrás- dijo y me ajustó el arnés.
Debajo de nosotros se extendían barrancos y arena dorada. Sentí el calor del sol cuando aterrizamos.
-Desnúdate- ordenó y ahogué un grito. ¿Quería que me adentrase desnuda en aquel desierto abrasador? El calor, como un muro de llamas me golpeó al bajar descalza por la escalerilla.
-Ven- ordenó. Me condujo hasta una tienda de seda blanca. -Échate- Me tumbé sobre las sábanas con el cuerpo perlado de sudor.
Se inclinó sobre mi, nuestros labios se encontraron. Su beso gélido hizo que mi cuerpo se sacudiese.
-Abajo.
Con un cubito de hielo en la boca dibujó figuras abstractas sobre mi piel ardiente. El contacto fue sorprendente, e intensamente erótico. Hizo que el hielo se fundiera sobre mis pezones, que se endurecieron. Luego, los pellizcó con los dedos calientes y yo gemí.
-Estás muy caliente, querida.- Rodeó mi ombligo con el cubito y fue bajando -Vamos a ver si podemos refrescarte.
Abrí mis piernas, guardando ansiosa su toque helado en mi parte íntima.
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Sí, Señor.
Historia Corta-Quiero aprender. Con esas inocentes palabras, la misteriosa narradora nos invita a adentrarnos con ella en su excitante diario que recoge las escenas de los juegos más sexuales que ha protagonizado en el transcurso de cincuenta noches. Atrévete a...