Despertar cada mañana se había vuelto una rutina para Draco Malfoy, antes debía despertar a Scorpius, para que se cambiara y arreglara e ir a la escuela muggle, después bajar y hacer el desayuno para los dos. Desayunar con él e ir a la patética escuela donde Potter había dicho que sería bueno meter a los niños. Saludar a la mini Weasley o más bien la nueva Potter y regresar a casa. Subir por la pequeña Rose, ayudarla a alistarse, prepararle su desayuno, tomar la maleta y llevarla a casa de su abuela. Saludar a sus padres e ir a trabajar con su papá, encargarse de los negocios, salir a comer, regresar a la oficina. Salir del trabajo recoger a los niños que debían estar en casa de sus abuelos maternos, los Granger, cenar ahí y volver a casa, bañar a los niños, alistarlos, dormirlos y preparar la mochila, la maleta y los papeles del trabajo. Así todos los días excepto el domingo, cuando el amor fraternal les surgía a todos, venían a buscarle o bien, lo hacían llegar a casa de Potter, o a la casa de Weasley, o a la casa de Nott, o a la casa de Longbottom, o a la casa de Scamander... o a la casa de cualquier otro amigo que le surgiera la idea de que necesitaba convivir con alguien.
No necesitaba compañía más que la de sus pequeños hijos, que crecían irremediablemente. Pronto llego la primera carta de Hogwarts y sin más remedio tuvo que dejar ir al pequeño Scorpius, quien, a pesar de tener once años, no había cambiado mucho a la primera vez que Draco lo tuvo en brazos, sus grises ojos, su rubio platinado cabello y aquellos pequeños y rebeldes rizos que se le formaba cuando no se peinaba que era, muy común en vacaciones.
Al llegar al andén nueve y tres cuartos pudo ver a todos sus nuevos amigos ahí. Le había pedido ayuda a los Granger respecto a las visitas al callejón Diagon para las compras del colegio, y estaba seguro de que su pequeño estaba listo. Rose estaba muy feliz porque su hermano fuera a Hogwarts, y parecía entusiasmarle la idea de asistir ella también, pero en lo personal, él no estaba seguro de poder dejarlo ir. Sentía que una parte de Hermione se iría lejos de él, y eso no era parte de su plan, pero no podía evitarlo. Scorpius había pasado los últimos dos años hablando de Hogwarts, desde que James, el hijo mayor de Potter les había contado por carta lo maravilloso que es.
- ¿crees que pueda ir a Gryffindor como mamá? – preguntó en el momento menos indicado el pequeño rubio.
- no... no lo sé Scorp- contestó Draco con un nudo en el estómago.
- a mí me gustaría estar en Slytherin como papi. - la brillante sonrisa de su pequeña castaña lo hizo relajarse un poco.
- estoy seguro de que el sombrero hará lo correcto. - sonrió Draco un poco más tranquilo.
- espero ver a Al pronto, y a James y a Lily... - emocionó Scorpius dando brincos.
- ¡Yo también! – sonrió la pequeña Rosie emocionada ante la posibilidad. - ¿podemos ir a casa del señor Potter después de que parta el tren? – miró a su padre quien con una leve sonrisa asintió, jamás se había podido negar a darles gusto a sus hijos, incluso cuando él no se encontrase seguro de querer ir a casa de Potter a escuchar lo maravilloso que era que los chicos partieran. El nudo en el estómago de Draco se apretó más.
- ¡Draco! - una conocida y femenina voz a su espalda lo hizo sonreír. La cabellera rubia y la sutil sonrisa lo hicieron sentir un poco mejor.
- hola Astoria. -sonrió el aludido abrazando a la mujer. Esta le dio un sonoro beso en la mejilla ganándose una mala mirada por parte de Rose.
- hola, - sonrió mientras se agachaba un poco. - ¿emocionado Scorp?
- lo suficiente Torie. - la rubia abrazó al pequeño niño y le dio un beso en la frente.
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Prohibido Prohibir (EDITANDO Y RE-SUBIENDO)
FanfictionCada familia tiene su propia historia.... Rose Jean Malfoy es la pequeña consentida de papá, que ha prometido no enamorarse, al ver lo mucho que su padre había sufrido cuando su madre, la heroína del mundo mágico, murió al darla a luz. Sin embargo...