II. Domingo (parte 2)

111 28 20
                                    


     JiMin estaba un poco intrigado y curioso. Las ganas de hablar sobre el asunto surgieron de pronto, como aquella vez que vio a SeokJin llorando en esa cancha y se acercó para interrogarlo. Pero en ese momento ni siquiera tuvo ganas de preguntar por esos somníferos, pues aunque miles de ideas paranoicas se arremolinaban en su cabeza, sabía que debía calmarse porque tal vez ella los necesitaba. Sabía que esas pastillas eran fuertes porque su madre los tomaba cuando tenía ataques muy fuertes de ansiedad e insomnio y durante el tiempo que los usó, él tuvo que aprender a hacerse el desayuno porque era imposible despertarla temprano.

     Y bueno, le dio el beneficio de la duda. Se quedó tranquilo con la idea de que la señora tal vez sufría de un desagradable insomnio y había adquirido los somníferos para ese problema y para no tener que regresar al mercado en mucho tiempo.

     Terminadas las extrañas compras, fueron a dejar la pesada canasta en el auto y luego Yang Mi llevó a JiMin a comer un gran pescado en uno de los tantos muelles de Ansan, en un pequeño y barato restaurante de comida casera, cuya fachada se veía algo descuidada y muy poco higiénica. La señora insistió en comprarle la comida a JiMin, a pesar de que este se negó repetidas veces.

     Ella aparentaba ser una de esas típicas abuelitas que te obligan a comer hasta el último bocado del plato, incluso si estás a punto de vomitar, de esas que te pasan el dinero por debajo de la mesa para que tu mamá no lo vea, como si fuera una expertísima narcotraficante. Sí, justo ese tipo de señora excesivamente amable era la vieja YangMi. Y JiMin, como era un chico educado, tuvo que ceder a las insistencias y terminó comiendo un pescado frito demasiado grande que dudaba poder terminarse.

—Estoy lleno —se estiró en su silla y miró a la anciana, en cuyo plato ya quedaban solo las espinas del pescado, mientras que el de JiMin estaba a la mitad.

—No desperdicies la comida, JiMin, acábatelo —le dijo amablemente.

—Pero ya no puedo comer más, ajumma, mi estómago me dolerá mucho si como un bocado más. ¿Y si lo pedimos para llevar y se lo damos a los gatitos en casa?

—Claro que no, ellos solo comen sus croquetas. Te lo llevarás para la cena, no vas a dejarlo aquí. Además estás muy flaco, tienes qué comer más o enfermarás.

—Está bien, lo pediré para llevar —se obligó a sonreír, luego le hablaron a la mesera, pidieron la cuenta y que les pusieran el pescado en una caja.

     Si había algo que a JiMin le fastidiaba demasiado, era que las personas mayores hicieran comentarios sobre su aspecto físico y además quisieran obligarle a comer más de la cuenta. Eso siempre le pasaba en cada visita con sus abuelas y tías, era la cosa más molesta del mundo.

     Y precisamente por esos constantes reproches hacia su delgado cuerpo, era que estaba mucho menos dispuesto a hablar sobre aquello, pues no quería agregar más miradas desagradables y llenas de prejuicios.

     JiMin se sintió incómodo el resto de la tarde. Por más que la señora YangMi hiciera bromas o contara historias interesantes mientras caminaban por el supermercado comprando comida y arena para los gatos, él no podía prestar atención porque seguía enfrascado en aquel comentario que ella hizo sobre su cuerpo. Era algo de lo que no podía desprenderse tan fácil, pues luchaba constantemente con los estándares de lo correcto y lo incorrecto en cuanto al cuerpo. Al final del día siempre terminaba aceptándose, pero unas veces las dudas y los autorreproches se salían de control. Realmente era muy difícil lidiar con su parte física, incluso cuando su madre hacía todo lo posible por apoyarlo y darle herramientas para que se amara tal y como era.

Backpack Boyz [LIBRO DOS] || YoonMin || [EN EMISIÓN]Where stories live. Discover now