☆ ◦☆ ◦☆ ◦ 48 ◦ ☆◦ ☆◦ ☆ FIN

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El tiempo pasó más rápido de lo que me di cuenta. Cada uno haciendo lo suyo. Ahora Andy vivía conmigo y Amy en la casa de mamá y próximamente comenzaríamos a vivir en la casa que yo había diseñado personalmente. Esta comenzaría a ser construida a un lado de la casa de los padres de mis tres amigos. Mi tío Dan y Tomás eran nuestros vecinos de enfrente. A nuestro lado vivían Andrew y Jeremy con Luciano. Estaba iniciando mi primer proyecto al diseñar aquella casa. Con Andy habíamos decidido posponer la boda hasta después que los mellizos nacieran. Quería llevar un vestido que mi madre hubiera hecho a mi medida y que pudiera lucir hermosamente. Aun a pesar de todos los reclamos de Andy diciendo que me vería igual de hermosa vistiendo un vestido de novia con el vientre abultado. Andy y Jeremy estaban en su mejor momento dentro del mundo del cine y modelaje. Ambos eran bastante solicitados, incluso mi madre les pedía con frecuencia que modelaran para ella. Y Scott, él vivía solo en aquel pent-house a la espera de que su hijo naciera, no había visto a Camila desde que ella había regresado a la casa de sus padres. El 8 de agosto de ese año recibí una llamada desde la prisión. Leyla había entrado en trabajo de parto. No pregunté detalles ni nada, solo tomé mis cosas y me dirigí a ese lugar lo más rápido que mi vientre de 8 meses me lo permitía. Mis hijos ya estaban listos para nacer, solo me quedaban algunos días para que se cumplieran los 9 meses. Y yo, por propia decisión había querido esperar a que se presentaran las contracciones de manera natural sin esperar una fecha específica para su nacimiento. Al llegar al lugar donde Leyla daría a luz me permitieron estar con ella. Lo primero que vi al entrar fue a Leyla tendida en una camilla llorando desesperadamente y con una cara llena de pánico y dolor. Su hijo estaba luchando por salir de su vientre y vivir. En cuanto me vio demandó mi presencia cerca suyo y apretó mi mano entre la de ella con demasiada fuerza. Era la primera vez que sentía la mano de Leyla en más de seis meses. El pánico y el dolor reinaban en esa habitación, Leyla lloraba y gritaba producto del dolor, pero aun así, se negaba a seguir las órdenes del médico que le decía que pujara. Al verla y saber que dentro de poco yo estaría en la misma situación me hizo pensar que el hecho de dar vida es algo realmente difícil. Te invaden el dolor, el miedo, el pánico, pero después, todas esas emociones y sensaciones pasan a segundo plano, solo para dejar la felicidad y la alegría de sentir por primera vez el cuerpo cálido de quien una mujer lleva nueve meses como parte de ella. Pero para Leyla, no fue así. Después de más de dos horas su hijo nació. Y para sorpresa mía y de los médicos, no era solo un niño, eran dos. Mellizos igual que los míos. El más pequeño se había escondido detrás y había acompasado su latido con el de su hermano. Por eso, en las dos ecografías que se les habían permitido tener a Leyla, no se había notado la presencia de este. Cuando los médicos acercaron a los pequeños para que Leyla los viera, ella rechazó tener cualquier contacto con ellos y me exigió entre lágrimas de dolor físico, que le diera la hoja donde debía firmar para cederme los derechos. Antes de darle la hoja le dije algo, algo que antes no había contemplado y que sería una hermosa oportunidad para alguien más. Por eso, luego de decirle lo que pensaba hacer y con su total consentimiento, ella firmó renunciando a todos los derechos que tenía sobre aquellos dos pequeños.

El primero en nacer era rubio, con unos ojos azules, era idéntico a Leyla. Y el otro, también de cabello rubio, pero con unos ojos verdes hermosos, se parecía más a aquel hombre. Leyla no quiso darles un nombre a los niños. Yo quería que por lo menos hiciera eso por ellos, pero no lo hizo. Ni siquiera les dedicó una mirada o miró el cunero improvisado donde ellos dos lloraban clamando por la atención de su madre. Nada más nacer sus hijos ella soltó mi mano y me pidió que me fuera con los niños y nunca más regresara a ese lugar. Mi chófer me ayudó a llevar a los niños al auto. Yo misma me iba a encargar de llevarlos al hospital para que los revisaran al ser recién nacidos. Después de dos días de hospitalización por chequeos de rutina fueron dados de alta y pudieron ir a casa. El que los hijos de Leyla quedarían a mi cuidado lo había mantenido como secreto a todos menos a Andy. Él había aceptado hacerse cargo de en ese entonces un bebé junto conmigo. Llegué a casa y todo estaba en silencio hasta que escuché unos cortos y ruidosos pasos correr hasta donde yo estaba. Amy y Efran corrían hacia mí y en cuanto vieron un bulto en mis brazos y en los de Sebastián se emocionaron pensando que mis hijos habían nacido. Luego de explicarles la situación, dejamos a ambos bebés en un cunero en la sala de juegos de Amy y fui hasta el salón. Donde dentro de unas horas todos se reunirían a cenar.

Profundos y Bellos ojos azulesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora