Capítulo IV

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1 mes después.

Magnus y Clary corrían de un lado a otro por el loft. Alec y Jace se encontraban en el sofá, uno llorando porque quería helado de chocolate con maní, y el otro porqué quería pizza fría con mayonesa y mostaza. Magnus corría a conseguirle el helado a Alec que estaba ya en la nevera, Clary a enfríarle la pizza a Jace.

¿Porqué hacían las cosas de una manera tan mundana?

Alec le había prohibido, por ese día, a Magnus de usar su magia.

¿Porqué?

Pues el día anterior, Magnus había ayudado a los Cazadores con un demonio mayor. Había gastado mucho su magia, y Alec siempre preocupado por su novio y ahora más debido a las hormonas del embarazo, le prohibió usar su magia.

Pero considerando la situación en la que se encontraban los Parabatais...pues... la magia era necesaria. Sin embargo, Magnus no quiso faltar a la orden de Alec y prefirió tener algo de emoción casera. Aunque en esos momentos se estaba arrepintiendo de su decisión.

-¡Clary!.¡Pizza y apapacho!- gritaba Jace.

-¡Mags! ¡Olvida el helado y ven aquí!.- gritaba Alec.

-¡Vete a hacer tus cosas a otro lado!.

-¡No!.- negó Alec..- ¡Mags!

Aunque él mismo sufría los síntomas del embarazo, quería molestar un poco a su Parabatai.

Y Magnus muy contento, apoyaría a su novio. Así que se acercó al padre de su bebé y se sentó a su lado.

-Amor.- Alec sonrió al verlo a su lado y se montó en su regazo, llenando de besos su rostro. Magnus feliz, se dejó hacer.- Te amo, ¿lo sabías?

Magnus asintió.

-Yo te amo más, Alexander.

Conscientes de que Jace los observaba con una mueca de asco, continuaron con un brillo malicioso en los ojos.

-¿Gordo y todo?

-Completamente. Es más, gordo y todo te ves más hermoso.- respondió Magnus dándole un besito en la nariz y acariciando su vientre por debajo de la camisa que tenía puesta el ojiazul.

-Pero ya no tengo mi cuerpazo.- dijo Alec con un puchero.- Tengo mi vientre hinchado con el bebé, y tengo antojos y a veces no te dejo dormir. Siento que te molesto.

Aunque era parte de la actuación, Alec lo dijo con total sinceridad. Y Magnus lo supo.

-Nunca, tú y mi bebé serán una molestia para mi.- se acercó a susurrarle, para que Jace no escuchara.- Tengo toda la eternidad para soportarte, a ti y a todos los bebés que quieras tener.

Alec se sonrojó y sonrió. Tomó el rostro de Magnus entre sus manos. Al ver los ojos marrones, frunció el ceño. Magnus sonrió. Sabía que tenía el glamour, pero eso no era lo que molestaba a Alec. Sabía que le molestaba que no poder ver sus verdaderos ojos. Y eso lo hacía amarlo más.

-¿Ojos?.- preguntó, sabiendo la respuesta.

Alec asintió, aún con el ceño fruncido. Magnus quitó el glamour. La reacción fue inmediata. La cara de Alec se relajó y su sonrisa fue deslumbrante.

-Así me gusta. Amo tus ojos. Son tan, tan hermosos.- suspiró Alec, enamorado.

-Igual cómo yo amo los tuyos, mi dulce Alexander. Tus ojos son cómo dos ventanas hacia el mar, transparentes y brillantes. Ojalá el bebé tenga tus ojos.

Inmortal (Malec)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora