NARRA LALI:
Al día siguiente, a primera hora de la mañana, yo ya estaba esperando a los chicos del campamento, como hacía todos los años. Llevaba puesta la gorra y la camiseta oficial en color azul oscuro del American Camp, con unos shorts vaqueros rotos y unas Converse bajas a juego. Todos los chicos recibían dos camisetas del campamento al llegar, junto con una gorra y una mochila. Además de otros útiles que mis padres pagaban con el dinero que mis padres recibían por parte de todos los que asistían. Los colores de las camisetas eran: rojo, blanco, granate, verde oscuro, azul oscuro y negro (al igual que los de las gorras), y los chicos los elegían junto con la carta de solicitud. Creo que más de uno se dedicaba a coleccionar camisetas...
Llegaron 3 autobuses plagados de chicos, la mayor parte adolescentes hormonados, con padres ricos que no querían hacerse cargo de ellos durante el verano y por eso les mandaban acá, para molestar. Sobre todo, a mí. A mis padres los respetaban, pero yo era la hija de los directores y la víctima perfecta para todas y cada una de sus maldades, sobre todo cuando era pequeña. La cosa ya había cambiado, porque apenas me juntaba con ellos.
Fueron saliendo todos, caras conocidas a las que tenía mucho asco. Pero claro, tenía que comportarme con una niña buena. No quería que mis padres me trataran como a una maleducada y me retaran por ello.
— Lali, ¿podés ir a la sala e ir repartiendo a todos sus mochilas? Cada una tiene su respectivo nombre.
Mierda...
Intenté poner mi mejor cara y con una sonrisa dije:
— Claro que sí papá — incluso parece que estaba alegre por la tarea a realizar.
¡Mentira!
Fui corriendo hasta la sala, donde los chicos entraron ordenadamente. En primer lugar, les di las mochilas a los más pequeños, y poco a poco, fueron llegando los de mi edad. Candela Vetrano, una vieja amiga, aunque ya no, fue la única que me saludó amablemente:
— ¡Lali! ¿Todo bien?
Umm... Tal vez se había dejado de hablar con su grupito de chicas taradas y ahora quería hacerse amiga mía.
— Sí, ¿vos?
— Bien... Otro verano acá. Ya llevo casi 10.
— Sí, ¿color?
— Granate.
Busqué entre todas las mochilas del grupo y la encontré tras un buen rato.
— Acá tenés. Pasala bien.
— Espera... Somos grandes ya. Antes éramos amigas. ¿No podíamos arreglar esto, Lali? Por favor... Sos buena chica...
Tragué saliva:
— Después hablamos. Vos sos la que a veces no me habla por culpa de tus amiguitas... Pero bueno. Estaré casi todo el día repartiendo cosas, así que por la noche, después de cenar, vení a la terraza de la cocina. Allí podemos hablar.
Candela sonrió:
— Dale, suerte con el reparto.
Ella se fue y vino el siguiente a recoger sus cosas.
Llevaba esperando casi todo el rato a que apareciera Peter Lanzani. Tenía muchísimas ganas de conocerlo. ¿Sería lindo? ¿Me aceptaría y sería bueno conmigo? Candela me acababa de abrir de nuevo su puerta a la amistad, y sinceramente, no quería que mi verano transcurriera con la computadora y paseando al perro otra vez.
Y justo, esperando con ansia el momento, en último lugar, llegó Peter Lanzani a recoger sus cosas... Y sí, era demasiado hermoso. Y también demasiado prepotente como para hacer caso a la hija de los directores...
— Hola — le saludé.
— Negro.
Ummm... Era poco simpático. ¿Oscuro y seco tal vez?
Tenía los ojos verdes, re lindos. Las cejas mostrando un gesto de enojo y sus labios formaban un puchero. Tenía el pelo largo, castaño y lacio, muy lindo también. Y bajo la remera blanca se notaban sus marcados pectorales.
Por un momento pensé que me iba a desmayar, pero me repuse rápidamente. Debía comportarme.
Agarré su mochila, que era la única que faltaba y se la di:
— ¿Sos el nuevo, verdad?
— Que te importa, enana.
— Un respeto, no soy enana — respondí. Menudo maleducado.
— ¿Qué? ¿Se lo vas a contar a tus papás? ¿Te vas a poner a llorar porque te haya llamado enana? — me preguntó como retándome —. Andá, decíselo. Total no me importa nada.
— Basta — le dije medio enojada —. Yo no te hice nada, así que no te metas conmigo.
— ¿Qué me importa que no hayas hecho nada? Sos re densa nena.
— ¡Bueno basta ya! Si no querés hablar conmigo hay muchas formas de decírmelo educadamente. No hace falta que me pierdas el respeto.
— Te lo perderé si quiero.
— Pues entonces te vas a meter en un buen lío — le advertí —. Parece que ya lo sabés, pero te recuerdo que soy la hija de los directores, y si se lo cuento te pueden castigar, o incluso expulsar, así que tené cuidado.
— Ya me lo contaron los demás en el bus. Sos una chusma. Pero no me importa... Ni siquiera quiero estar acá.
Levanté una ceja:
— ¿Y entonces para qué viniste?
— Me obligaron. A mí mis viejos no me quieren tener en el trabajo.
— Es entendible. Si sos siempre así de malhumorado...
— Ni siquiera sabés mi vida, así que no me juzgues.
Suspiré:
— Andate dale. No quiero escucharte y la charla de comienzo va a empezar en poco tiempo.
Él puso sus manos sobre la mesa, la cuál hacía un rato estaba repleta de mochilas:
— ¿Y si no quiero irme que me vas a hacer, enanita?
Este hombre estaba empezando a desquiciarme:
— Mirá nenito, o te vas, o les digo a mis padres que te expulsen de una.
Él se sentó encima de la mesa y se acercó a mí:
— No me voy a ir, ¿entendés lo que significa eso?
— Fuera... — le dije señalando a la puerta.
— ¡¡¡Lali!!! ¿Se puede saber que están haciendo? — gritó mi madre desde la puerta de entrada. Y sí, parecía enojada... Muy enojada.
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Lo Malo
FanfictionLali Espósito es la hija pequeña del director del campamento de verano más famoso de Argentina. Aunque, todos los chicos que asisten a ese campamento la dejan sola, debido a sus actitudes de cuando era más chiquita. Por no hablar de que sus padres s...