Lo Malo - 4

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NARRA LALI:

— ¡Lali! — Candela llegó un poco tarde a nuestra cita.

Yo moví la cabeza, dejando a un lado la música que venía de esa perfecta voz. La dediqué una sonrisa a Candela y la dejé un sitio para que se sentara en las escaleras.

— Perdón por la tardanza. Es que estaba terminando de peinar a mis amigas del campamento. Mañana si querés poder venir con nosotras, nos ponemos música y no la pasamos mal.

— Ya veré — respondí sin ganas.

— Euge ya no está enojada con vos, y tenemos a una nueva amiga, Rocío, es nueva del año pasado. Dormimos con María en la cabaña, pero seguro que ya se la ha pasado...

— No lo sé, me da igual en verdad Candela. Arreglemos las cosas vos y yo y listo — dije sincera —. Tampoco quiero rebuscar más en el pasado.

Candela me agarró el hombro:

— No es rebuscar en el pasado Lali, antes éramos amigas, la cagamos las dos. Pero estamos a tiempo de arreglarlo. Vos sos una buena chica y no me quiero perder a una amiga como vos.

— Has estado perdiéndola todos estos años de atrás Cande, siento decírtelo. No me gusta tragarme lo que pienso.

— Eso esta bien, y tenés razón, obvio. Nos enojamos por una tontería, con Eugenia me arreglé, pero vos te encerraste en ti misma y no volviste a hablarme, Lali — Cande suspiró con tristeza —. Yo quiero volver a ser tu amiga. Pasar junto con Eugenia un buen verano. Y olvidar la tontería del bañador de hace tantos años.

Miré a Candela y asentí con la cabeza:

— De acuerdo.

Candela sonrió y me abrazó con fuerza.

— No sé ni siquiera porque me enoje, con o sin bañador la gente no tenía nada que verme.

Reí con ganas:

— Pues te enojaste.

— Eran cosas de nenas Lali, y ya está olvidado. Será una anécdota que contar en el futuro, solo eso.

Y de repente, de la nada, volvió a aparecer esa voz en el aire. Está vez cantando más fuerte, con más ganas. Candela me miró maravillada:

— ¿Quién es? — me preguntó —. Necesito conocerlo, canta divinamente...

— No lo sé, también estaba cantando mientras estaba esperando a que vinieras.

— Mmm, vamos a ver quién es — Candela se levantó del escalón de madera y me agarró la mano para que también me levantara. Pero yo negué con la cabeza:

— Cande, no. Igual lo molestamos. Y ya de por sí me llevo bastante mal con la gente de este lugar, no quiero cagarla más.

— Oh Lali, no seas tonta. No se va a enojar porque vayamos a escucharlo cantar más de cerca — Cande defendió su idea.

— O tal vez sí, ¿no ves que está cantando en solitario?

Candela negó con la cabeza:

— Eso no lo sabemos, igual se lo está cantando a su amada. Hasta que no vayamos a verlo, no vamos a poder saberlo. Vamos La, animate. Todo el mundo supone que ya has cambiado, nadie va a molestarse porque vayas a mirar, además, estoy con vos. Y en este lugar no está prohibido cantar.

Suspiré:

— Está bien, vamos... — agarré con fuerza la mano de Candela y me levanté para ir a ver quién estaba cantando con esa bella voz.

Candela encendió su pequeña linterna de color rosa y iluminó el camino de tierra y roca que estábamos recorriendo. Las dos de la mano, para ayudarnos y así no caernos. Ambas nos habíamos caído cuando éramos más pequeñas y las heridas que nos habíamos hecho nos habían dolido mucho, quemaban... Y además habían estado en nuestras piernas y rodillas durante el resto del verano.

Había que tener precaución. Y sobretodo, por la noche.

Pasamos por el medio de los árboles que estaban iluminados con lucecitas de árbol de Navidad. Y ahí, un poco más adelante, concentrado con su guitarra y mirando a la luna, estaba el chico nuevo. Juan Pedro Lanzani.

Candela me miró y susurró:

— ¿Es el nuevo?

Asentí con la cabeza.

— Debía haberme dado cuenta antes, nadie cantaba así en este campamento el año pasado.

— Solo te digo que antes estuve con él y siempre está de muy mal humor — la dije susurrando —. No se lo que pretendía conmigo, pero estaba segura de que no era nada bueno.

— No lo sé... Yo no lo conozco. Creo que es amigo de Agustín.

— ¿Agus el chico que te gustaba?

— Y el que me gusta.

— ¿Te sigue gustando ese cheto insoportable? — la pregunté. Si era así, Cande llevaba gustando de él desde que tenían 11 y 10 años respectivamente. Pero al parecer, Agus no se había fijado en ella todavía.

— Es una tortura. El otro día, en la capital, le vi con una minita en un boliche, se estaban besando... Yo creo que estaban de novios o algo. Se me hicieron mil nudos en la panza... Creo que desde ese momento, incluso estoy más enamorada de él que antes.

— Ay Dios, Cande... ¿Y por qué no le decís?

— Porque no me va a dar bola.

— ¿Por qué no lo intentás?

Cande levantó una ceja:

— ¿Crees que es lo mejor?

Asentí con la cabeza.

— Bien, de este verano no pasa que se lo diga.

Sonreí:

— Eso está bien.

— Y ahora que estamos diciendo todas las verdades... ¿Por qué no vamos a decirle a ese Juan Pedro Lanzani que tiene voz de angelito amoroso?

— Nos va a cortar la cabeza.

— ¿Por qué no lo probamos? — Cande tiró de mi mano y de mi cuerpo entero y nos presentamos enfrente de Juan Pedro...

Y fue entonces cuando vimos, que no estaba bien... Sus ojos estaban inundados de lágrimas.

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