Mi hermana estaba cada vez mejor, creo que funcionó que la hiciera reír, estaba más contenta de lo normal, y su piel ya no era pálida ni lúgubre, si no que rebosaba de vida y tenía un color rosáceo en su piel que era casi de porcelana; mis papas estaban felices, y ni hablar de mi abuela, ella si podría creo que saltaría en un pie y empezaría a festejar noche tras noche.
Me desperté como de costumbre, me levanté y me puse mis pantuflas, para después mirar a mi alrededor, y ver que mi hermana estaba durmiendo, así que fui a su cama y le di un beso en la mano. Mientras que mi abuela hacía el desayuno, yo estaba jugando con un pequeño rompecabezas de madera, y después de un rato tratando de terminarlo, mi abuela me llamó para ir a desayunar.
- ¡Ya voy! – le grité a mi abuela mientras guardaba el rompecabezas en la caja, y lo ponía sobre la estantería de los juguetes.
Fui caminando hacia el comedor, y me senté, para después pasar a comer mi desayuno, el cual consistía en una taza de avena con trocitos manzana y un pan con pollo, tomate, lechuga, papitas al hilo y kétchup.
- Abuelita, ¿Dónde están mis papas? – Le pregunté a mi abuelita, al ver que no estaban desayunando conmigo.
- Salieron a comprar las cosas para el almuerzo, hijita – me dijo mi abuela con una sonrisa, mientras recogía los platos sucios para después empezar a lavarlos.
Después de desayunar, fui a ver a mi hermana, que todavía no despertaba; ella se veía tan angelical mientras dormía que me dieron ganas de abrazarla; cuando estaba a punto de hacerlo, ella se levantó de golpe gritando "boo", haciéndome caer del pequeño banco en el que me había subido, pero felizmente habían unas frazadas y no me lastimé; mi hermana al verme caer empezó a reírse a carcajadas, mientras me pedía disculpas, yo al ver que se reía me empecé a reír con ella, ya que su risa era muy contagiosa. Pasaron las horas y mis papás llegaron, con bolsas de verduras y dos cajas, una cuadrada y otra rectangular, al verme mis padres sonrieron, y me hicieron una seña para que vaya, mientras que se posicionaban al lado de la cama de mi hermana, sacando las cajas para entregarme la que tenía forma de cuadrado, y a mi hermana la que tenía forma rectangular.
- ¿Qué es esto? – preguntamos al unísono, mientras mi mamá hacía un seña para que las abramos.
- Es un regalo - dijo mi mamá sonriendo.
Al momento de abrirlas, mi hermana y yo nos encontramos con alcancías, la de mi hermana era de color piel, con detalles negros; mientras que la mía era completamente marrón. Al ver mi regalo, fui y abracé a mi papá con todas las fuerzas que una niña de seis años podía tener. Después de entregarnos las alcancías mi papá y mi mamá salieron con mi hermana para su cita en el doctor; quedándome sola con mi abuela.
Al rato de que mis papas se fueran, empecé a jugar con la alcancía y con una Barbie que me había regalado Gloria hace unos meses atrás, estuve jugando más o menos por dos horas; cuando de repente me giro y tumbo la alcancía con mi codo, al ver la alcancía rota en partes, que no eran tan pequeñas, mis ojos empezaron a aguarse, y las lágrimas no tardaron en brotar de mis ojos; mi abuela no escuchó el ruido ni el llanto, ya que estaba cocinando, así que me arme de valor, y cogí el pegamento, para después empezar pegar pieza por pieza. Al cabo de una hora, ya había terminado el cerdito, parecía nuevo, pero se notaban las rayas de la unión, así que agarré las témperas, y empecé a mezclar hasta encontrar un color que se asemeje; después de un rato buscando, lo encontré, y empecé a pintar a la velocidad de la luz; una vez terminado lo dejé secar sobre una hoja de periódico, para después ponerlo en su lugar. Al rato llegaron mis papas con mi hermana, yo me puse muy nerviosa, pero traté de actuar normal, pero mi hermana me miró y se rió de mi cara, mientras que yo la miré asustada.
- ¿P-Por qué te r-ríes?, ¿Q-Qué p-pasa? – le pregunté casi tartamudeando a mi hermana, la cual no paraba de reir.
- Tienes pintura en la cara – respondió entre carcajadas, mientras se calmaba alcanzó a decir – ¿Por qué? .
- Estaba jugando con la pintura – respondí con vergüenza – pero no ensucié nada, lo juro – terminé de decir.
Mis padres y mi hermana empezaron a reírse a carcajadas, y me dieron una palmadita en la cabeza, para después irse a dormir.
Pasaron las semanas y nadie se había dado cuenta de mi travesura, así que actuaba de lo más normal posible, pero un día, mi papá estaba limpiando la casa, y agarró el cerdito para poder asear el lugar cerca a la ventana, cuando de repente vio las fisuras y me llamó con tono calmado; para cuando llegue mi padre estaba riéndose junto con mi mamá, para después acariciarme la cabeza, no entendía nada, hasta que él dijo "que creativa me salió mi niña, estoy orgullosa de que sepas resolver tus problemas".
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El diario de Carla
أدب المراهقينEsta es la vida de una pequeña niña hasta que se vuelve adolescente