El Parque de las Leyendas

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Había pasado ya 1 año y 10 meses, y mi hermana seguía sin mejorar, que podía yo hacer, ahora que tenía ya seis años, comprendía un poco que mi hermana quizás podría morir. Esa idea me asustaba, yo quería mucho a mi hermana, y no quería perderla. Pensé "si paso tiempo con ella y la hago reír, quizás se cure", lo sé suena tonto pero quería tener esa esperanza. Le dije a mi mamá lo que pensaba.

- Hijita, ¿te parece bien si vamos al Parque de las Leyendas? – me preguntó mi mamá, pero al ver mi cara con intriga me dijo – Es un zoológico enorme, y hay muchos animales, podemos ir con la abuelita también, para hacer un pequeño picnic como almuerzo – terminó de decir con una gran sonrisa.

- ¡Ya! – grité emocionada mientras mi mamá sonreía, y yo la abrazaba lo más fuerte que podía.

Poco después mi mamá empezó a alistar las cosas, hizo emparedados de todos los sabores, mientras mi abuela puso en una botella jugo de naranja y mi papá alistaba una mochila con bloqueador, gorras, mantas, bufandas y una cámara completamente cargada. Mi hermana y yo estábamos muy emocionadas de ir a ver a los animales, todo el rato hablamos de eso; a mi hermana le brillaban los ojos de la ilusión al igual que a mí. Una vez que terminaron mis papás y mi abuela terminaron de arreglar todo lo necesario para nuestro viaje, emprendimos viaje hasta el Parque de las Leyendas; viajamos 30 minutos, desde donde vivíamos hasta nuestro destino, pero no estuvimos aburridos, ya que todo el viaje nos la pasamos hablando de cosas triviales y riendo de los chistes malos de mi padre.

Una vez que llegamos a nuestro destino, mi papá nos empezó a poner bloqueador en todo el cuerpo, yo lo odiaba, pero ¿Qué podía hacer?, una vez que nos pusimos el bloqueador, pagamos las entradas y entramos y empezamos nuestra pequeña aventura; yo me quedé impresionada, habían todos los animales que me podía imaginar, desde tigres hasta jirafas, era impresionante.

En el recorrido, vimos de todo, primero pasamos por las jaulas de los monos, que siempre le quitaban la comida a la gente; después fuimos a ver a los rinocerontes, que estaban peleando con sus grandes cuernos; cuando términos de ver los rinocerontes, pasamos a ver a los tigres, leones, panteras, águilas, cóndores, peces de colores que nadaban alrededor de un pequeño riachuelo en el cual había un puente; después de ver a los animales y tomar fotos fuimos a pasear en bote; para después echarnos en el pasto bajo la sombra de un árbol, con una corriente de aire fresco que rodeaba nuestros cuerpos acalorados por el sol de medio día.

Todo era muy divertido, pronto llegó la hora de almorzar, nuestros estómagos parecían gritar por comida, así que nos sentamos en unas bancas de madera, que tenía una sombrilla también hecha de madera; mi mamá sacó el almuerzo y los platos descartables, mientras que mi papá sacaba la bebida y mi abuela ponía el mantel, el cual era para que no suban las hormigas. Mi mamá empezó a servir la comida, se veía muy rico, habían emparedados de jamón y queso, pollo con mayonesa, carne, etc. Yo me cogí uno de cada tipo y empecé a comer mientras tomaba un vaso lleno de jugo, era delicioso; mi hermana solo cogió de pollo y jamón con queso, ya que a ella no le gustaba la carne; mientras comíamos, mi papá se paró y empezó a tomar muchas fotos, mientras que todos hacíamos posiciones graciosas y muecas. Una vez terminado el almuerzo, le ayudé a mi mamá a recoger las cosas y a botar los platos y vasos descartables en un cesto de basura cercano a la mesa, mas o menos un metro y medio.

Pasaron las horas, y toda mi familia, incluyéndome, nos echamos en el pasto bajo la sombra de un gran molle, el cual nos deleitaba con sus hermosas ramificaciones y sus hojas caídas; una vez llegada las 6 de la tarde, mi padre empezó a sacar las chompas, porque ya hacía un poco de frío; después de abrigarnos, fuimos a la parada de taxis, la cual quedaba a unos metros de la salida trasera, el taxi demoró un poco en pasar, pero apenas tuvimos uno nos subimos, y emprendimos camino a casa. El trayecto fue silencioso, pero no un silencio incómodo, si no, más bien agradable; toda la familia se estaba quedando dormida, excepto mi papá, quien guiaba al taxista hacia la casa. Una vez llegamos, bajamos y pagamos el taxi; acto seguido fuimos hasta la casa y nos bañamos, primero fui yo, ya que me estaba muriendo de sueño, después fue mi hermana, de ahí ya no me acuerdo, solo sé, que mi mamá me cambió y me recostó en la cama. Al día siguiente desperté y vi a mi papá y a mi mamá mirando las fotos, que junto a mi abuelita las imprimían y las ponían en un gigantesco album color rosa pálido, el cual en la portada decía "Mis lindas hijitas-Lima 2009". Al ver el albúm, sonreí y me volví a dormir, el día anterior, fue una de las mejores experiencias que he tenido a lo largo de estos seis años de mi corta vida.

El diario de CarlaWhere stories live. Discover now