CAPÍTULO OCHO

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¿Qué es más importante para ella?

¿El fútbol o el amor?

¿Qué debería priorizar?

¿Y qué priorizaba Gino?

Cada pregunta le dio vueltas en la cabeza, estaba realmente confundida, aún no sabía ni que hacer.

¿Debería pensar en sí misma por primera vez?

Karel se pasó una mano por el cabello, sintiendo un nudo en el estómago que no podía ignorar. Había intentado convencerse de que todo estaba bien, que ambos podían con sus responsabilidades, que sus sueños y la distancia, eran fáciles de llevar pero... ahora no estaba tan segura.

El fútbol era su vida, la forma en que honraba el legado de su hermano, lo que había hecho la mayor parte de su vida. Pero Gino... Gino había sido una luz diferente, algo que la hacía sentir más humana, el le daba cierta tranquilidad, la hacia sentir cómoda. Sin embargo, esa luz se estaba apagando poco a poco, no por falta de amor, sino porque ambos estaban tan cegados por sus ambiciones que no supieron cómo alimentar lo que tenían.

Y, entonces, Karel se dio cuenta.

No era cuestión de elegir entre el fútbol y el amor. Era cuestión de reconocer cuándo luchar y cuándo dejar ir.

Una lágrima traicionera rodó por su mejilla mientras cerraba los ojos. Su corazón se encogió al pensar en lo que estaba a punto de hacer, pero sabía que no podía aferrarse a algo que se desmoronaba con cada día que pasaba.

—Siempre quise que esto funcionara —susurró para sí misma, mientras escondía su cabeza entre sus rodillas—. Pero creo que, al final, solo somos dos personas que amaron demasiado sus sueños para hacer espacio el uno para el otro.

En ese momento, Karel tomó una decisión, una que sabía que marcaría el inicio de algo nuevo. No era el final de todo, sino el principio de su camino en solitario. No habría resentimientos, ni reproches. Solo la certeza de que el amor que compartieron fue real, aunque no suficiente para sostenerlos juntos.

Y por primera vez en mucho tiempo, Karel sintió una extraña paz.

Ella levantó la mirada observando el techo de su cuarto.

—No importa cómo termine esto —dijo en voz baja—. Cruyfford debiste pensar mas en ello antes de haber aceptado salir con él —musitó para si misma.

Porque al final, Karel supo que a veces, amar también significa saber cuándo decir adiós.

Tomó su telefono con algo de duda, lo encendio y antes de arrpentirse marco al numero de Gino. Ella esperó mientras el tono de llamada resonaba en sus oídos. El teléfono repicó una, dos, tres veces. Su respiración se tornó entrecortada y, por un instante, Karel estuvo a punto de colgar, pero justo en ese momento la voz de Gino resonó en la línea.

—¿Karel? —su voz sonó algo sorprendida, como si no esperara la llamada a esa hora, pero también contenía un dejo de cariño que hizo que el estómago de Karel se retorciera aún más.

Ella cerró los ojos, tratando de calmar el temblor en sus manos y respiro hondo.

—Gino... —inició, con la voz algo quebrada—. Necesito hablar contigo. Y quiero que sepas que esto no es fácil para mí.

Hubo un breve silencio al otro lado, el tipo de silencio que deja claro que alguien contiene la respiración, esperando lo peor.

—Estoy aquí —respondió él, ahora con un tono más serio, una especie de aceptación tácita que le arrancó a Karel otro pedazo de su corazón.

Goal Artist ➪ Captain TsubasaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora