IX

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Recuerdo el día en el que escuchar tu nombre empezó a dolerme.

Recuerdo mi reflejo en ese espejo.

Las lágrimas cayendo y tu sonrisa hipócrita.

Recuerdo escuchar mi nombre salir en un susurro de tu boca.

Recuerdo lo cobarde que fuiste por no seguirme cuando empecé a correr.

El camino que seguimos una vez sigue donde lo dejamos, tal y como quedó la última ocasion en la que lo pisé.

Admito que me quedé con las ganas de preguntarte que sentias tu.

Admito que aún tengo ganas de la respuesta.

Ese día mis ojos acabaron cerrándose por cansancio, y por el peso del dolor.

Cuando quieres olvidar algo, lo escribes en un papel, lo quemas y dejas que se lo lleve el viento.

Para que queme corazones ajenos.

Lo hice.

Mi papel en llamas incendió otro corazón, una acción egoísta de mi parte.

Las cerillas se agotaron esa noche.

Las esperanzas también se fueron con el papel.

Y los momentos juntos acabaron el día en el que yo decidí estropearlo todo.

Nuestra historia podría acabar aquí.

Un final triste para una historia triste.

Podría decir que nos olvidamos, que el papel funcionó.

Podría jurar que no pensé más en ti, y que tu mirada nunca más fue dirigida a mi, que tus ojos no se encontraron con los míos. Y que tus orbes azules acabaron encendiendose de alegría al mirar a otra.

Podría crear el final perfecto para una escritora que tiende a estropear los momentos bonitos.

Podría dejarte pensar que todo acabó como tendría que haber acabado, pero no fue así.

Nuestras miradas si se cruzaron.

Aún me queda historia por contar.

Aún me queda la fragancia de tu perfume como recuerdo.

Palabras que nunca me dijisteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora