.-.-.-. Día uno: Una apuesta peligrosa .-.-.-.

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Todo estaba oscuro, no sabía que sucedía... ¿Dónde estaba? ¿Qué era lo que había sucedido?... lentamente los recuerdos fueron llegando a su mente... estaba atardeciendo, él entraba al castillo... todo parecía demasiado callado... mucho más silencioso de lo acostumbrado, fue entonces cuando decidió ingresar en el gran salón del comedor... craso error...

- ¡¡Soy el guardaespaldas de la Princesa!! -gritó el recordar las palabras de Impa, abriendo sus ojos como plato sorprendido.

"Desde hoy, tú me reemplazaras como guardaespaldas y tutor de la princesa Zelda", esas habían sido sus palabras exactas.

- ¡¡¿Qué voy a hacer ahora?!! -Exclamó intentando incorporarse, sintiendo el peso de esas palabras que se repetían una y otra vez en su mente.

En ese momento se percató de que se encontraba amarrado y no sólo eso, estaba sentado sobre una pequeña silla, aunque todo a su alrededor seguía inundado por la sombras.

- ¿Qué lugar es este? -Preguntó comenzando a alarmarse, sintiéndose temeroso.

- ¿Dónde estuviste exactamente a las diez con cinco minutos de esta noche? -Escuchó la voz muy seria de un hombre que le preguntaba.

- Yo... -No sabía que responder, se sentía "atrapado" en todo lo literal de la palabra.

No podía ver nada, por más que busco en medio de las sombras no logró distinguir al sujeto que le hablaba... o mejor dicho... que lo interrogaba.

- Me parece que ya habíamos aclarado que cualquier cosa que digas podrá ser luego, usada en tú contra -le dijo con rapidez, al ver que el joven no parecía reaccionar ni mucho menos responder a su pregunta.

- ¡¡¿Qué demonios es todo esto?!! ¿En verdad lo estaban interrogando? -Sus ojos se abrieron de par en par, estaba comenzando a asustarse.

- Por favor... luces -ordenó al mismo tiempo que dando dos palmas una luz casi segadora se encendía sobre su cabeza y la del chico.

- ¡¡Su alteza!! -exclamó, su sorpresa no podía ser más evidente.

Si... así era... justo delante de él, en una mesa como la que usan los jueces hoy en día, con un gran y decoroso martillo de madrea, se encontraba el rey de Hyrule, frotándose las manos, observándolo detenidamente.

- Volveré a repetir la pregunta, Link... -dijo haciendo una pausa, inclinándose hacía adelante al mismo tiempo que apoyaba sus antebrazos sobre la pulida mesa y juntaba sus manos en un acto de solemnidad- ¿Dónde estuviste exactamente a las diez con cinco minutos de esta noche? -Reiteró el hombre, entrecruzando sus dedos, impaciente.

- Yo... -Trató de hacer memoria- no tengo ni la menor idea... acabo de despertar -le respondió con una simpleza realmente admirable.

- ¿Me estas insinuando que no tuviste nada que ver con la desaparición de la Princesa Zelda? -Su mirada se había endurecido, sus cejas casi se habían juntado en su entrecejo y abriendo sus pequeños ojos de par en par lo desafió con la mirada.

- ¡¡¿QUÉ?!! -Exclamó, incrédulo ante las palabras del hombre.

Lo que el Rey acaba de revelarle lo había dejado completamente pasmado... ¿Cómo era posible que la Princesa desapareciera? Y aún peor ¿Dónde estaba el cuando esto sucedió?... no podía creerlo... ni siquiera había comenzado a ser el guardaespaldas de Zelda y ella ya se había esfumado... ¡¡Esto era una locura¡¡ ¡¡Él, acababa de despertar!!

- Tú expresión me lo dice todo... sabías cual era tú responsabilidad y... -hizo una breve pausa mientras se acomodaba en el asiento- aún así dejaste sola a la princesa, única heredera de Hyrule y ahora... ella... -su voz comenzaba a quebrase- ella...

GUARDAESPALDAS POR UNA SEMANAWhere stories live. Discover now