Capítulo 3

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Por la presente, declino todos los derechos y responsabilidades sobre los personajes del anime: «Inuyasha».

Por la presente, declino todos los derechos y responsabilidades sobre los personajes del anime: «Inuyasha»

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Sesshōmaru aterrizó en el claro donde había dejado a sus acompañantes. Sus ambarinos ojos se detuvieron en la pequeña y frágil figura de Rin, que yacía cómodamente acurrucada a un costado de Ah-Un, durmiendo.

Los recuerdos de momentos antes resurgieron en su cabeza como una mezcla de gemidos, caricias placenteras y olores altamente atrayentes, que lo condujeron hacia una sola imagen: la miko.

Gruñendo suavemente, el orgulloso heredero de las tierras del Oeste, volvió su vista hacia atrás y frunció el ceño. Tenía un mal presentimiento.

 Tenía un mal presentimiento

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(Aldea de Kaede).



Sango dio un par de palmaditas en el rostro de Kagome.

— Ya es hora de despertar. Los demás comienzan a preocuparse. — le murmuró suavemente al oído.

Kagome abrió los ojos, aún somnolienta. Dio un largo bostezó, se sentó y miró a su alrededor.

— ¿Que tan tarde es? — preguntó mientras se tallaba un ojo.

— Mas del mediodía.

— Oh.

— Oi, Kagome. — interrumpió Inuyasha, parándose junto al marco de la puerta. — Necesito hablar contigo. Ven. 


•••


No fue muy difícil adivinar su próximo destino. El pozo devorador de huesos era un sitio de paz y privacidad. 

Kagome se sentó en uno de los bordes de madera vieja y esperó. Observó con detenimiento como su compañero de manada se esforzaba por expresarse. Abría y cerraba la boca, pero no llegaba a pronunciar nada.

— Inuyasha, creo saber el por qué me has traído hasta aquí. Tranquilízate. — sonrió cariñosamente. — Es Kikyō, ¿cierto?

La expresión de culpabilidad en la mirada de su amigo lo confirmó.

— Yo... quisiera poder negarlo. — confesó.

— No hace falta. — aclaró ella, poniéndose de pie. — Ya no.

Quiso acercarse, abrazarlo, decirle que todo estaba bien. Quería hacerle saber que se alegraba por él, pero no pudo. Un fuerte pinchazo en el abdomen se lo impidió.

— ¿Qué pasa? ¿Te duele algo? — preguntó Inuyasha al verla tambalearse.

— N-no, nada. — contestó ella con dificultad, intentando recomponerse.

No lo consiguió.

Lo último que Kagome sintió, fue un doloroso calambre que doblegó sus piernas, y después, todo se oscureció.


Continuará...


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Mi orgullo, mi pecado y tú mi rendiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora