XVI. Epilogo Alternativo

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POV JUNGKOOK

Yoongi frunce el ceño, observando la pantalla de su móvil, como si estuviese debatiéndose la vida, mientras una de sus manos rodea un tazón de café humeante.

—Deberías aceptar. — le digo, ajustando los cordones de mis zapatillas, preparándome para salir.

Le oigo suspirar cansinamente. —¿Debería?

—No pasa nada, hyung. — le informo enseñándole los dientes. —No está bien que decidas no tener citas porque yo...—me encojo de hombros sin saber bien cómo terminar la frase. —Seokjin ha sido muy bueno con nosotros, y ante todo contigo, Yoongi. Le gustas.

Él hace una mueca repentina que logra sacarme una risita.

—Dios, Yoongi— bufo incrédulo. —, le gustas, se le nota y he visto cómo le texteas, a veces te quedas hasta la madrugada hablando con él. Ya acepta ir a tomar ese maldito café con él.

—Oye, tú-

—Yoongi, han pasado dos años, ya basta. — esta vez hablo a media voz, dirigiéndome al perchero. —Es hora de ser felices, sé feliz, por favor, porque tu felicidad también es la mía.

Mis palabras parecen rebotar con las paredes del apartamento cual eco cuando estoy cogiendo la vieja bombera verde que llevo todo ese tiempo usando sin cansancio.

Es una contradicción, pienso. Querer ser feliz y al mismo tiempo aferrarme a tan doloroso pasado.

—Ten buen día, Kookie. —Yoongi se despide derrotado antes de que yo cierre la puerta.

La costumbre me lleva al mismo lugar al menos una vez por semana, sin falta. Es como un ritual, una preparación de la que estoy aburrido pero que es empujada por una fuerza inhumana que a pesar del tiempo aún lo logro comprender.

Así que siempre es así: antes de la primera clase del miércoles, salgo del departamento con la bombera puesta y el corazón en la mano, abatido de decepción. Porque no importa cuántas veces me dirija a ese viejo sitio en la ciudad, seguirá vacío, rodeado de los antiguos fantasmas de personas a quienes solía querer.

Y debe ser cierto, eso de que uno vuelve siempre a los lugares donde amo la vida.

Termina siendo duro, como todas las jodidas veces. Tomar el autobús, apoyarme en la venta escondido en algún asiento trasero, mientras Seúl retorna movimientos, sonidos y caminos. Debe ser ilógico, que la vida no se detenga cuando uno tiene el corazón roto.

Todo esto es ilógico, incluso yo.

Esta vez a diferencia de otras, llevo conmigo una cámara fotográfica que Yoongi decidió regalarme la navidad pasada. Pensó que quizá era momento de invertir mi tiempo en nuevas actividades, considerando que me la había pasado encerrado en mi cuarto y en la universidad las dos temporadas de otoño invierno anteriores, ocultándome del mundo, sin discernir bien si era el frío o los tormentosos recuerdos los que me mantenían atado a la cama.

Ya no hablaba del tema, en realidad nunca lo había hecho después de que Jimin desapareciera. Y sabía que Yoongi estaba dispuesto a escucharme, incluso mamá, pero nunca nada salió de mis labios respecto a su partida. Ni de las llamas telefónicas que realicé sin respuesta, ni de los dormitorios vacíos, ni de esas tantas otras oportunidades en las que recorrí media universidad preguntando en administración a dónde y por qué se habían marchado.

Mi vida se había convertido en una llamada telefónica, tono intermitente sin nadie del otro lado contestando mis dudas.

Por supuesto el tiempo había atenuado un poco los dolores, pero creo que uno jamás olvida el primer amor. No a un amor como ese. No uno que te enseña el cielo, y te quema en el infierno.

If you were Me [JiKook]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora