8La guarida

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Sylvie


¡Qué raro que mis primos no me hayan jugado una de las suyas! Quizás como a Alan, Alessia y su amiga Valentina les caigo bien se lo han pensado mejor. Solamente me han hecho alguna pequeña aguadilla en su piscina después de comer, pero he tenido la oportunidad de devolvérsela.

Ahora caminamos por un sendero bastante pedregoso que desciende a la playa, creo que los únicos que lo suelen transcurrirlo son mis primos y sus colegas. En este lugar donde viven mis primos solo hay vegetación y la arena de la playa. Hay alguna casa más, pero están a unos 500 metros unas de las otras, aparte de que la mayoría están abandonadas.

-¿Falta mucho?- pregunta Ángela, que se está quedando atrás.

-Pero si solo llevamos 5 minutos caminando- replica Valentina.

-Ya, pero tú no te has caído de una cuerda bajando de una terraza- le recuerda mi hermana.

-Pues espérate a cuando tengas que caminar por la arena, y se te metan los granitos por la venda, y luego tengas que escalar unos metros para llegar a nuestra pequeña guarida del acantilado...- dice Alessia soltando alguna risilla.

Ya hemos terminado de bajar la cuesta y ahora nos acercamos al mar. Los chicos van delante hablando de sus estúpidos videojuegos. Creía que esa etapa ya se les había pasado.

Yo decido ir caminando por la orilla, hace años que nuestros padres no nos llevan a la playa, y ya tenía ganas de tocar el agua del océano, aunque solo me este mojando los pies. Caminamos unos minutos hasta llegar al final de la playa, donde se encuentran las paredes rocosas.

Primero suben mis primos. Escalan más de cuatro metros y se meten en un agujero en la roca, que desde abajo parece grande.

-Vamos, empezad a subir, que aquí dentro no hay ningún oso- grita Matthew desde arriba.

- Por supuesto que hay un oso, perdón, dos osos- digo yo entre risas.

Las chicas se empiezan a reir, aunque mis primos parece que no han captado muy bien la indirecta.

Valentina se lanza a subir ella la siguiente, y la sigue Sergio, uno de sus amigos. Lo hacen bastante rápido, se nota que ya tienen práctica.

No es que sea muy difícil subir, porque hay rocas donde puedes apoyarte fácilmente y una cuerda para agarrarte, por si uno de tus pies se resbala en una piedra sujetarte con las manos. Aunque si soy sincera, estoy temblando porque se que me tocara subir en breve.

-Princesa, ¿necesitas que tu príncipe te ayude a subir?- pregunta Eric a Ángela pícaro.

-Creo que me las apañaré solita- le suelta cortante mi hermana.

Eric iba a contestarla, cuando Sandro entra en la conversación.

-En todo caso la ayudaría yo, porque con esos musculitos de juguete no puedes levantar ni una mosca- dice Sandro graciosillo, aunque los dos estan en forma.

Eric se pone serio y le dedica una mirada vengativa.

Estos dos creo que han quedado embobados con mi hermana. Por dentro, yo me estoy partiendo de la risa, porque por mucho que insistan en ayudarla a subir mi hermana no creo que acepte. Mi hermana nos mira a Alessia y a mi, asustada pero divertida.

-Bueno,¿ alguien va a necesitar mi ayuda para escalar o voy subiendo?- rompe el silencio Alan.

-No, tranquilo que podemos-le contesto yo.

-Bueno, pues te espero arriba. Estaré pendiente para cuando llegues darte la mano para ayudarte a superar la última zancada- me dice Alan, sonríendome y guiñandome un ojo.

Le sonrió ,y a continuación empieza a subir junto a su hermana Alessia.

-Venga, empieza a subir. Yo voy detrás tuyo por si me necesitas- dice Sandro a mi hermana.

Ella comienza a subir, y Sandro de vez en cuando le da un consejo de como tiene que colocar los pies o las manos, y a los dos minutos ya están arriba.

-Pienso vengarme de él- susurra entre dientes Eric, mientras comienza la escalada. No tiene mucho trato conmigo, y como no queda nadie más abajo aparte de nosotros dos, supongo que está hablando solo, así que no le contesto.

Empiezo a subir detrás suyo, aunque ni he subido dos metros y él ya está arriba.

Voy mirando hacia abajo para no apoyarme donde no debo, aunque eso de ver el suelo lejos no me gusta nada. Ya estoy llegando y Alan, como lo prometió, me da la mano. Apoyo el pie derecho dentro de la cueva y con la ayuda de su mano, consigo terminar de subir.Me incorporó y le doy las gracias.

-No hay de que- me dice cariñosamente- lo has hecho bastante bien para ser la primera vez.

Me río porque creo que he subido como un pato mareado, pero su observación me ha agradado. Aunque ya está ahí el antipático de Filippo para estropear mi alegría.

-Que dices Alan, si casi se nos hace aquí de noche esperándola- suelta gruñón.

Intento ignorarle. Alan y yo nos acercamos hasta el fondo de la cueva, y nos sentamos al lado en el círculo que han formado.

Sergio y Sandro empiezan a contar una anécdota que les ocurrió el año pasado en clase. No es nada original, aún así nos reímos. Tengo miedo de que este grupito me empiece a caer bien. Algunos chicos son un poco creidos, pero son simpáticos y con un gran sentido del humor.

Apoyo la cabeza en el hombro de Alessia, que está sentada a mi izquierda. Ha sido un día agotador, pero me lo estoy pasando bastante bien.

-Chicos, si se nos hace muy de noche, no vamos a poder bajar- informa Eric- Aunque tenemos aquí a una experta del puenting nocturno que nos podría ayudar en el caso de que anochezca- dice cambiando a un tono de voz cómico, mirando a Ángela.

-Muy gracioso- suelta sarcásticamente mi hermana.

Vamos bajando todos poco a poco, y echándonos una mano porque, por lo menos para mí, es más difícil que subir.

Por fin llegó abajo junto a Alan. Solo quedan arriba mi hermana y Eric , que está orgulloso por haber conseguido quitar de en medio a Sandro en el descenso. Andamos tranquilamente por la orilla. Yo me he adentrado un poco más en el agua, que me llega por las rodillas, y me quedo observando unos segundos el horizonte.

-Vamos- me grita Alessia a unos cuántos metros de mi- ¡Qué nos están dejando otra vez atrás!

La digo que ya voy, y miro por última vez hoy la pestaña de sol, que refleja sus colores en el mar. De repente, noto como alguien se cuelga de mi cuello. Me enredo en mis propios pies y caigo de frente en el agua. Quién sea sigue subido en mi espalda, pero consigo ponerme de rodillas en el agua. Cuando veo quién ha sido no me lo puedo creer. Aunque estoy enfadada por haberme calado entera, sonrio.

Nueva ciudad, nueva vida, nuevo mundo...Where stories live. Discover now