Día doce.

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Día doce.- Bajo la misma sombrilla. 


No era extraño que estuviera lloviendo de nuevo.

Barry estaba acostumbrado a las inesperadas lluvias de Mayo, había vivido en aquella ciudad durante toda su vida y la conocía como la palma de su mano, incluso, a veces podía prever los caprichos climáticos de Central City. Eso lo hacía pensar que quizá tenía futuro si, al terminar la escuela, decidía dedicarse a ser "el chico del clima".

Sonrió divertido con sus propios pensamientos y tampoco se asombró cuando encontró su sombrilla destruida dentro de su locker.


— Amigo, no puedo creer que te haya vuelto a pasar —Hal chasqueó la lengua y le dio un puñetazo al casillero que estaba al lado del de Barry— Si descubro quién es el hijo de puta que se mete contigo, ¡voy a obligarlo a comprarte mil sombrillas!

Barry compuso una sonrisa enternecida pero negó en silencio mientras abría la sombrilla y la levantaba.

Estaba torcida y totalmente rasgada, se veía con claridad que habían usado una navaja o quizá unas tijeras para arruinar la cúpula impermeabilizante. Y aquella, no era la primera vez que le ocurría. Desde que Hal Jordan había sido transferido a su instituto, la sociedad estudiantil no se había tomado nada bien que, un chico popular, guapo y encantador, se hiciera amigo de un nerd como él. Y el acoso no había tardado en llegar.

A Barry no le importaba demasiado, por lo general era capaz de defenderse a sí mismo y cuando Hal estaba cerca nadie se atrevía a molestarlo. Sin embargo, el asunto de las sombrillas se estaba saliendo de control.

—Esa era la última buena que tenía en casa —Suspiró y cerró su casillero con desgana, apoyando la frente sobre el frío metal.


Hal se mordió el labio inferior sintiéndose culpable por haber convertido a Barry en un blanco de los idiotas acosadores. Se acercó a él y le acarició la espalda conciliadoramente.

— Oye, yo puedo acompañarte a casa y podemos compartir mi sombrilla.

Barry negó moviendo la frente contra el metal— No, no podemos hacer eso todos los días, te desvías demasiado de tu camino.

—Oh vamos, amigo. Déjame hacer esto por ti. Además será solo mientras dure la temporada de lluvias —Presionó — ¿Qué tan larga puede ser?

Barry finalmente lo miró y se rió— Central City tiene el record como la ciudad con más lluvias anuales, solo por debajo de ciudad Gótica.

— Bueno, entonces tienes que comenzar a ahorrar para una nueva sombrilla.

Salieron juntos de la escuela, cobijados bajo el paraguas verde de Hal.

La ciudad olía a tierra mojada, y hojas frescas.


—Ven, acércate más a mí — De forma demandante, Hal rodeó la cintura de Barry y lo atrajo.

Para el rubio, no pasó por alto el gesto de caballerosidad que Hal tenía con él, haciéndolo ir del lado seguro de la acera, quedando él del lado del tráfico para proteger a Barry de cualquier salpicadura.

— Oye, si tienes una sombrilla extra en casa que puedas prestarme mañana, te lo agradeceré.

— Lo siento, amigo, en mi casa no hay nada extra.

Barry bajó los hombros derrotado.

—Pero le preguntaré a Carol y quizá ella pueda prestarte una.

Carol, la novia de Hal, no era la persona de quién Barry preferiría recibir ayuda, pero tampoco era tan mezquino como para negarse.

— Si, gracias, eso estaría bien.

Anduvieron en silencio durante un instante. Aquella no era la primera vez que Hal lo acompañaba a casa y que recorrían la ciudad resguardados bajo aquel toldo de color esmeralda. A veces hacía frío y Hal le ponía su chaqueta sobre los hombros, otras veces la lluvia era tan intensa, que buscaban refugió en algún restaurante o café, incluso una vez habían entrado al cine para matar algo de tiempo. Barry se preguntaba si Hal no era consciente de cómo, todo aquello, era el tipo de cosas que tendría que estar haciendo con Carol y no con él.

¿Cuánto tiempo pasaría antes de que Carol le exigiera dejar de ser su niñera?

Inconscientemente, Barry se aferró al brazo de Hal con más fuerza y, a cambio, recibió la sonrisa más perfecta y galante de todo el universo. Casi comprendía a los abusadores que le tenían envidia... casi.

— Estás silencioso hoy.

— Me siento cansado.

— ¿Quieres que te cargue?


— ¡No! —Enrojeció totalmente apenado— ¿Lo harías...?

La respuesta de Hal fue entregarle la sombrilla y arrodillarse frente a él, ofreciéndole su espalda. Y ese preciso momento, donde el corazón de Barry se saltó un latido y se dio cuenta que estaba totalmente enamorado, fue el que un auto eligió para pasar a toda velocidad sobre un charco, creando una ola majestuosa de agua negra que los empapó.

Para cuando llegaban al portal de la casa de Barry, seguían riéndose. Hal agitó la cabeza y sacudió su cabello como si fuera el pelaje de un perro. Salpicó a Barry y luego le guiñó un ojo.

—Nos vemos mañana en la escuela ¿Si? Entra ya.

Barry asintió con el remanente de una sonrisa dulce en los labios y entró en su casa. Luego se arrepintió y abrió la puerta, salió a toda prisa y buscó a Hal con la mirada. El castaño ya iba un par de metros lejos.


— Oye, ¡¿quieres quedarte a cenar?!

Hal se giró y sonrió complacido, deshaciendo sus pasos para ir al encuentro del rubio. Después de todo, destruir las sombrillas de Barry, finalmente estaba dando resultados.

Hoy, una cena.

Mañana, una boda. 

30 Días de HalBarryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora