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OO9;Star Wars!Poe Dameron.

Para siempre.

Todo era estupido e inútil ahora.

Dos palabras. Dos simples palabras. Eran simples e injustas, que considerándoles el dolor que cargaban. Que tan simple es abusar de ellas. El susurrarlas para un fin, incluso si todo termina en soledad. Que tan cuidadoso fuiste.
Te amo
El miedo que esas pequeñas palabras causaron, el tiempo que el miedo te hizo perder. Nunca pensaste en ser tan dramática cuando se lo dijeras. Después de todo, lo más que lo pensabas, era un muy buen discurso. La declaración épica de la que escriben canciones y poemas.

Obviamente, eso solo podía ser la pérdida de sangre hablando.

El giro. Los pedazos de metal que solían ser del panel de control de tu nave incrustados en tu pecho, enviándote al abismo. Todo era borroso. Podías sentir la presión de tus pulmones, aire y sangre burbujeando y saliendo sin otra parte a donde ir.  El sabor metálico se plantó en tu boca y no tenías que adivinar que era el líquido caliente que corría por tu barbilla. Habías logrado zafarte de los restos de tu cabina y ahora yacías donde la última fuerza te había dejado, tendida sobre el ala izquierda de tu nave en ruinas, sangrando.

Fue como esos millones de escenarios. Todo había caído tan rápido que no tuviste tiempo ni de pensar que hacías. Estableciste el rumbo, vertiste tu corazón en el micrófono, ya que solo la certeza de la muerte podría obligarte a hacerlo, y ejecutaste tu plan suicida. Los Stormtroopers no te habían visto llegar.

Siempre había una charla de morir por la causa, los pilotos fantaseando sobre muertes gloriosas y con honor en su cuarto whiskey en la cantina. Estaba en un muro, un constante y constante recordatorio de que era, de hecho, una amenaza muy real. Holos de rostros que se ciernen sobre las placas confeccionadas a partir de cualquier cosa que pudiera salvarse de sus naves, algunos familiares, algunos tan viejos que eran muy pocos los que los recordaban personalmente.

No fue del todo como lo imaginaste.

No hubo ningún triunfo por la causa, ni burlas ni gritos de batalla. Era principalmente un pánico ciego, un obstinado sentido del propósito. Era ver cada rostro de los refugiados de la primera orden por los cuales luchaste. Y fue ver la esperanza de que la resistencia se reconstruya, de que vuelva a crecer como un bosque después de un incendio.
Habías desobedecido al menos una docena de ordenes directas de diferentes rangos dentro de la resistencia. Y si lo habías logrado, habrías salvado cientos de vidas.
Si fueras completamente honesta contigo misma, pensaste que el destino fue un poco egoísta el día de tu muerte, pero solo había una persona que realmente te importaba. Todavía podías escuchar su voz aterrorizada gritando a través de los auriculares. Querías quitarte esa maldita cosa, deshacerte de la distracción, pero la necesidad de escuchar su voz hasta el final había sido demasiado fuerte.

No fue hasta que su rostro se materializó frente a ti, te diste cuenta que no lo estabas imaginando. Eso solo significaba una cosa. Había funcionado.
Una extraña sensación de paz se instaló en ti y parpadeaste para ver mejor sus facciones.

— Poe...

La sangre que se acumuló en tu garganta hizo sonar tu voz ahogada y sin fuerza. Se tiro de rodillas a tu lado, sus manos recorriendo tu cuerpo, inseguro de donde posar sus ojos cuando se encontraron con los tuyos. Fingió no darse cuenta de tu estado.

— No tal mal, eh?

Siseaste y te quejaste al sentir como el dolor regresaba a tu pecho. La pequeña sonrisa que se plasmó en su cara solo incrementaba el pánico en sus ojos.

— ¿De que estás hablando? — el esfuerzo por mantener su voz firme solo hizo que temblara más — Nunca te haz visto mejor que ahora, cuando llegue el equipo de extracción te sacaré de aquí.