San.

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Dietas.

Una palabra que, durante ese mismo fin de semana, no había salido de la mente ni de la boca de Todomatsu. Una palabra que empezaba a ser odiada por el susodicho que tanto aseguraba que estaba bien.

Tras volver a casa aquel día que su madre le había forzado a salir para poder despejarse, se dedicó a leer aquel artículo que tanto pensaba que le resolvería su problema. Y así era, parecía una dieta equilibrada y saludable. Pero sobretodo, efectiva.

Durante días, el de rosa había dejado de ir a comer con sus hermanos, ya que sólo comían tres platos diferentes cuando salían y él era el que se administraba las comidas. Ni tan sólo comía lo que su madre le preparaba, ya que confiaba en que él mismo podría saber mejor lo que necesitaba.

Sus padres no entendían porqué ese interés en perder peso, pero tampoco veían que hiciera nada extraño. Pensó que, tal y como los adolescentes hacían, se preocupaba por como lucía. Supusieron que a su edad era normal interesarse por el físico propio. Sus hermanos en cambio, no tenían esa misma preocupación. No todos.

El único de los seis que hacía deporte era el quinto, que salía todos los días a practicar béisbol y no volvía hasta la hora de cenar. Y Karamatsu, el cual también cuidaba su imagen pero no con tanta ansia como Todomatsu. Si bien era verdad que el amarillo y el azul eran los que mejor cuerpo tenían de los seis, Todomatsu tampoco se quedaba atrás.

El problema era, que él no sabía verlo.

No sabía ver que, en aquella semana, había reducido su peso. No exageradamente, pero si podía notarse si lo observabas con atención. Su fina cintura se veía más fina aún y su esbelta figura ahora resultaba delgada. Y eso, gracias a que la dieta era estricta y por su capricho había decidido disminuir algunas raciones de comida. Era algo que no había pasado desapercibido por nadie más que por él.

–Hey, Todomatsu. –lo llamó el mayor de los seis hermanos, con su característica sonrisa dibujada en sus labios. El de rosa le dedicó una mala mirada por interrumpir en sus pensamientos de manera tan brusca. –Los demás y yo vamos a ir al puesto de Chibita. ¿Te vienes?

–Ya os he dicho que estoy a dieta. –respondió cortante, recordando que tenía una revista en sus manos, pasando página sin dirigirle una sola mirada a sus hermanos.

–Pero ya has adelgazado lo suficiente, por un día no pasará nada. –esta vez fue Choromatsu quien se atrevió a contradecir los pensamientos del menor.

–¿De qué hablas? –preguntó el sexto hermano, prestándole la mínima atención aun sin merecerla, bajo su punto de vista.

–Qué es raro que ahora quieras adelgazar cuando no tenías mal físico. –volvió a intervenir Osomatsu, encogiéndose de hombros. –Estás delgado, Totty.

–Tú no lo entiendes, Osomatsu nii-san. –dijo Todomatsu, confundiendo a quienes lo escuchaban. El rosado levantó la vista de la página que ojeaba para dedicarle una asqueada mirada a su hermano mayor antes de hablar. –A ti no te importa tu físico en absoluto.

–¡Todomatsu...! –reaccionó el azul, dispuesto a defender a su hermano mayor, pues no había hecho nada para ser tratado así. Sin embargo, Osomatsu colocó una mano en el hombro del segundo y negó con la cabeza.

–Karamatsu, dejalo. –pidió, causando una mueca insegura en el rostro del nombrado. –¿Vienes o no? –preguntó de nuevo, pues no había respondido con certeza a la pregunta.

–Ya os he dicho que no. –insistió el rosa, sin mirar a los cinco hermanos que no podían apartar la vista de él. Unas molestas, otras simplemente confusas y preocupadas por el chico que tan distante se comportaba. Totty era así, más independiente que los demás. Pero jamás había rechazado ir a cenar con ellos de aquella manera.

–Bien, pues nos vamos. Te quedas solo. –informó Osomatsu, evitando que alguno de los demás comentaran algo respecto al comportamiento del chico. Los cinco hermanos abandonaron la casa, dejando al menor completamente solo, sin que le importase lo más mínimo.

[...]

–¡Mierda!

No podía evitar maldecir y maldecir, repetidamente y sin parar. Como una escena de una cinta que se ha roto. Él solía ser un chico con paciencia, así había aprendido a ser al convivir con tales desesperantes hermanos.

Y aún así, allí se encontraba, lanzando algunas cosas al suelo, gritando palabras mal dichas y hundiendo con ira sus manos en su negro cabello. Y todo a causa de la misma desesperación que había tenido durante toda la semana.

Miraba a su alrededor, rodeado de todas aquellas cosas que había roto o simplemente desperdigado por el suelo de la habitación mientras sus hermanos mayores se encontraban fuera de la casa haciendo quién sabe qué.

Se miró al espejo y su expresión molesta fue cambiando lentamente a una más angustiada y triste, con cierto desagrado, mientras miraba a aquel joven chico que se reflejaba en el espejo.

Aquel chico que tanto ansiaba sentirse bien con él mismo. Aquel chico que también estaba desesperado por gustar a los demás y se había dejado influenciar por un cruel comentario de alguien que realmente no sabía de que hablaba. Y el problema acababa de empezar.

Nadie sabía por lo que estaba pasando a excepción de él.

Decidió arreglar el desastre ocasionado antes de que alguien le echara en cara aquella habitación totalmente patas arriba cuando sólo él se encontraba en la casa. No tardó demasiado, pues no debía estar impoluta si se trataba de una habitación con seis adultos a cada cual más irresponsable.

Se dirigió al baño y se miró al espejo con atención. Pudo contemplar a un chico que ya no estaba frustrado con lo que era, sino a uno triste, desanimado y lleno de desesperación que le ahogaba como si se tratara de una cuerda. ¿Por qué no lograba adelgazar si seguía las dietas?

¿Por qué no lograba gustarse a sí mismo?

Estás delgado, Totty.

No lo estaba. No lo suficiente.

[...]

Pretty. | Todomatsu.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora