Go.

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–Venga, a cambiarse e irse a dormir. –habló el tercer hermano, aburrido de siempre tener que decir exactamente lo mismo cada noche, pues parecía que de lo contrario no se irían a dormir. Los cinco hermanos restantes asintieron conformes y empezaron a desvestirse casi en sincronía.

–¿Quién pone hoy el futón? –cuestionó el de rojo, mirando a sus hermanos mientras se colocaba la parte baja del pijama.

–Ichimatsu, es tu turno. –habló el segundo mayor desprendiéndose de su sudadera para dejar ver su torso desnudo al de rosa, quien lo miró con cierta tristeza. Miró detalladamente el cuerpo que tan anonadadas había dejado a sus amigas y que una de ellas aseguraba que era perfecto.

Sí que tiene buena forma.

–Todos a dormir, vamos. –dijo, o más bien ordenó el cuarto hermano, que parecía sentir un anhelo confuso por descansar. El de rosa acabó de colocarse el pijama, con la mirada clavada en el suelo mientras pensaba seriamente en el complejo que tenía con su cuerpo y lo que les diferenciaba a su hermano y a él.

–Totty, ¿de veras estás bien? –cuestionó nuevamente su hermano mayor, el de verde, que observaba confuso la tristeza que su hermano mostraba en su expresión facial. El chico reaccionó y rápidamente negó con una sonrisa.

–Sólo pienso en mis cosas, Choromatsu nii-san. –respondió, tratando de convencerlo como pudo. Sus hermanos mayores no eran los únicos que sabían actuar, por mucho que no fueran conscientes. El de verde suspiró y ocupó su lugar en el futón, agotado.

–Bien, pues apaga la luz y ponte en tu lugar. –dijo, tapándose con la gruesa manta y sacando un resopló por parte del menor. Aun así no se quejó más y obedeció a lo que le dijo su hermano, pues él también necesitaba un sueño que le quitara todos los pensamientos negativos que le invadían poco a poco. Pero lo que no sabía, es que era tarde.

Ya habían invadido su mente por completo.

[...]

–¡Chicos, es hora de desayunar! –la voz de su madre resonó en las paredes de la pequeña habitación que compartían desde su nacimiento, donde pronto todos abrieron los ojos al notar el sol entrando por la ventana y oír la llamada de su madre. Unos más lentos que otros, siendo Todomatsu el indeciso entre seguir acostado o levantarse como los demás.

Optó por levantarse sin dirigir ni una sola mirada a sus hermanos, ya que cuando escuchaban la palabra desayuno se alteraban y bajaban corriendo, incluido el excelente y correcto Choromatsu. Se fijó en que Ichimatsu y Karamatsu esta vez iban de manera mucho más calmada, como si no tuvieran prisa.

No quiso pensar en ello, ya que debía ser que aún no estaban despiertos del todo y se caían de sueño. Y si preguntaba por su estado, ellos le harían lo mismo.

–¡Me muero de hambre! –exclamó el mayor, mirando con deseo a la comida que la mujer más adulta ponía sobre la mesa. Se relamió los labios en cuanto la vió y olisqueó el dulce olor del desayuno.

–No será porqué no comes. –dijo Choromatsu, con una expresión neutra, aunque todos los que le oyeron sabía que por dentro estaba esbozando una divertida sonrisa.

–¿Me estás diciendo qué como demasiado? –cuestionó algo ofendido Osomatsu, dejando concentrado a Todomatsu en la conversación. No le gustaba demasiado oír aquello, pues le recordaba a su problema. El rojo no comía mucho más que él antes de las dietas. ¿Sería por eso? ¿Quizá su metabolismo era mucho más lento?

–No, para nada. –aseguró, siendo golpeado por Osomatsu para que este luego lo fuera por el de verde. En el fondo, eran muy iguales en personalidad, incluso si el tercero se esforzaba en ser mejor que el primero. Todos sabían que eran igual de idiotas en ese sentido.

–Dejad de pelearos, venga. –dijo el azul, suspirando algo agotado pero sin dejar de sonreír algo entretenido por la situación. Sorprendentemente, Osomatsu obedeció al de azul y paró de molestar al menor.

–¡Yo también me muero de hambre! –gritó Jyushimatsu, para volver a centrarse en la comida que comía en grandes cantidades. Los demás también comían, aunque de manera tranquila mientras Todomatsu observaba el desayuno asqueado. Choromatsu lo miró algo confuso por ver que ponía muecas de desagrado al desayuno que normalmente disfrutaba.

–Todomatsu, ¿no comes? –aquella pregunta captó tanto la atención del susodicho como la de los demás presentes. El rosado adoptó su rostro angelical y adorable con su sonrisa gatuna dibujada en sus labios.

–No aún, comeré algo luego. –habló, sin creerse a su propia mentira. Pero el objetivo era que él se la creyera, que todos pensaran que estaba bien y dejaran de darle tanta atención e importancia.

–¿Es parte de tu dieta? –cuestionó, curioso pero sin insistir realmente en el tema, ya que pretendía que él mismo fuera quien explicara si era aquello o no se encontraba bien.

–Sí, algo así. –respondió, encogiéndose de hombros, mirando el reloj que sonaba cada vez que la aguja avanzaba. Pensó que era pronto, por lo cual podría salir y olvidarse un poco de los interrogatorios de sus hermanos. Osomatsu pudo ver la incomodidad del menor y pensó en una forma de cambiar de tema.

–¡Me lo comeré yo entonces! –exclamó el amarillo, cogiendo el plato intacto desde que se había puesto en la mesa. El de rojo sonrió al ver que la inocencia del quinto se le había adelantado.

–¡Jyushimatsu, no es tu plato! –le regañó el tercero, tratando de quitárselo de las manos para que lo dejara en la mesa. Aunque dijera que no quería comer, no le parecía bien.

–Primero tendrás que ganarme, hermanito. –habló el de rojo, también intentado cogerle el plato para apropiárselo a su persona.

–¡Idiotamatsu! – Ichimatsu comía sin preocuparse por la escena que estaban montando sus hermanos, ya era costumbre que el desayuno o cualquier otra comida fuera así. Karamatsu no pudo hacer otra cosa que suspirar por ver como seguían discutiendo. De nada habían servido sus palabras.

–Saldré a correr, nos vemos luego. –se despidió, siendo sólo escuchado por los únicos que no se metieron en el barullo, aunque el azul no tardó en unirse al recibir una patada en la cara por parte del rojo e Ichimatsu rió por ello.

Todomatsu salió de la casa con sus auriculares puestos y la música a un volumen relativamente alto en un intento de callar sus pensamientos.

Aún así, supo que era imposible hacerlo, por lo que sucumbió a ellos y empezó a reflexionar sobre como perder peso de nuevo. Choromatsu había mencionado que Osomatsu comía mucho, y el físico de su hermano mayor, según él mismo, era bastante normal. No estaba delgado, y en opinión de Totty, le sobraba peso. Y así, gracias al tercer hermano llegó a la conclusión.

Debía dejar de comer.

[...]

Pretty. | Todomatsu.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora