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Bella
—Joey to...– unas voces me interrumpieron.
–¡Besala Joey!.– voltee al escuchar eso, los amigos de Joey se encontraba ahí.
‹¿Que diablos?›
–¡Besala!
Sentí los suaves labios de Joey estamparse sobre los míos de forma suave, sus manos acunaron mi rostro acercándome a él, el beso fue lento y suave, maldición quisiera estar así toda la vida.
‹Hay momentos que no quieres romper›
–Te quiero demasiado— susurro mordiéndose el labio inferior al terminar el beso.
‹Si supieras lo que me haces sentir en tan poco tiempo...›
‹Pero eres una cobarde›
–Yo lo siento Joey, no soy para ti, busca a alguien más, será mejor que me olvides...–aleje las manos de Joey de mi sientiendo un vacío adentrase en mi pecho de golpe.— no podemos estar juntos.
No pude contener las ganas y salí corriendo de allí, las lágrimas no tardaron en volver a salir rápidamente. Era mejor para ambos ¿No creen? No merezco a alguien como Joey. Voltee hacia atrás y vi como Joey rompía en llanto, una punzada de dolor hizo que quisiera volver allí y abrazarlo, decirle que todo iba a estar bien, pero no.
‹Eres un monstruo Isabella›
Corrí en dirección a mi casa, me di la vuelta mirando devuelta pero al ver vi como Charles, Mark y Johnny venían detrás de mi.
‹Shit, corre más rápido idiota›
Acelere mis pasos, al llegar a mi casa entre corriendo sin importar si mi padre se encontrará allí o no. Subí las escaleras rápidamente, cerré mi puerta con seguro y al darme vuelta Charles, Mark y Johnny se encontraban allí.
‹¿Cómo carajos llegaron tan rápido? ¿Acaso son Flash?›
–¿Que hacen aquí? Tienen que irse– los mire alarmada si mi padre llega a venir y los ve aquí moriré.
–Bella, tranquila no venimos a reclamarte nada– dijo Charles al sentarse en la punta de mi cama.
–¿Por qué te fuiste?– preguntó Mark.
Me senté al lado de Charles, este coloco su mano en mi espalda acarciando lentamente está.
–¿Bella?– preguntaron devuelta, suspiré con cansancio estaba arta de todo.
–Por que le dije a Joey que no soy para el, que busque a una chica que valga la pena y que me olvidará– pase mis manos por mi cara con frustración.
–¿Y tú crees que no eres para el? ¿Por qué?– preguntó Charles mirándome.
