Juliette

La historia

LA HISTORIA:

- Cada día que pasaba me preguntaba, ¿porque mi vida había sido de esta manera?, dicen que no hay justificación para hacer algunas cosas, pero yo no lo creo así, en mi caso el destino me hizo ser quien soy y yo siempre consigo lo que me propongo por más difícil que eso parezca... lo logro.

Una noche fría y oscura, un mendígo recorría las calles en busca de comida, ese día descubriría algo más que lo que buscaba.

Al llegar a un callejón desolado y húmedo, el que se ubicaba a espaldas de la Iglesía a la cual siempre acudía a que le ayudasen. Buscando algo de que alimentarse, como subsistir. La vida de la calle era algo dura o mejor dicho demasíado dura, esa noche no recurrió a la Iglesia como siempre pués ya era de madrugada, pasadas las 3:00 am para ser exactos, cuando de pronto entre unas enormes cajas llenas de basura creyó escuchar algo, algo muy parecido al llanto de un bebé, aún así siguió buscando comida, pero aquellos sonidos extraños parecían ser el llanto de un bebé, entonces pensó un momento, se acercó más a aquel enorme contenedor de basura y claramente escuchó un sutíl llanto, un llanto un poco silencioso para tratarse de el de un bebé. Desesperadamente urgando hasta el fondo de aquel sucio y húmedo contenedor, se encontró con la sorpresa de un bebé de aproximadamente un año y meses, casi ya sin voz, el cual todo indicaba había sido abandonado, al verle; sus ojos quedarón perplejos, no dudó en tomarle entre sus brazos, ya que el hombre tenía buen corazón, le vió fijamente a los ojos, y pensó... que eran los ojos más hermosos que había visto, aquellos ojos destilaban lágrimas como pequeñas gotas de lluvia cuando cae sin cesar, el bebé por un segundo dejó de llorar, parecía estar cansado, con frío, hambre y probablemente ese llanto era una forma de querer vivir, una forma en la que mostraba su espíritu de supervivencia, un bebé solo, abandonado en esas circunstancias, dificilmente sobreviviría. Tal vez sintió que aquel hombre acudió a su llanto, y sintió también esa calidéz con la que le tomó en sus brazos, pues se dice que el ser humano, desde el vientre percibe las emociones de los demás. El hombre se preguntó a sí mismo ¿qué haría? ya que en sus situación era imposible mantenerle, con mucho trabajo se las ingeniaba el solo para sobrevivir, pero un bebé era frágil, requería de cuidados, atenciones... que él no podría darle. Así que de pronto su mente se iluminó como se ilumina el amanecer y aquella nube de dudas que tenía se extinguío, como la oscuridad de la noche se extingue cuando empieza a postrarse el sol en el horizonte para así amanecer. Pensó en llevar aquel bebé a la vuelta, aquel lugar donde siempre le ayudaban, la Iglesía. Ya era muy tarde, pero se trataba de algo verdaderamente importante, así que caminó seguro de sí con el bebé entre sus brazos, esa desdichada criatura de aquel hermoso e inocente rostro, mirada profunda y cabellos rojos. Lo llevó a la Iglesía, ya faltaba poco para amanecer pero esa era una urgencía que no podía esperar, tocó fuertemente la puerta durante un largo rato, hasta que alguien acudió por fín, alguien había escuchado, era una de las monjas que se encontraba allí esa noche, después de una larga jornada laboral, esa noche se había sentido extraña y no podía dormir, abrió aquella enorme puerta e inmediatamente al percatarse de la situación se apiadó enormemente de aquella frágil y desprotegida criatura, el hombre sin palabras casi, dijo - Le he encontrado en la basura (titubeante, nervioso) y me atreví a traerle, no podía dejarle allí, hace frío y tal véz tenga hambre, los bebés comen mucho... la Monja la cuál formaba parte de un grupo de buenas personas, personas con cargos eclesíasticos y otros importantes voluntarios fundadores de un orfanatorio para menores. Le tomó en sus brazos y de inmediato pensó que ese era un acto del destino sin duda, estaba en el lugar correcto, en la hora correcta, para acoger a aquel bebé. Para ella ese era un claro mandato, una simple obra de Dios.