Jueves

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Esta vez, la alarma no me despertó, fue el sonido de mi móvil. Me extrañó que alguien me enviara un texto a esa hora.

"Yama-kun, hoy tampoco asistiré a la escuela,
me temo que mi mamá me contagió de su
resfriado y no me siento muy bien. Pero no te preocupes
por la tarde iré a visitarte para que al fin podamos
comenzar.
Me imagino que te estás preguntando como tengo tu número...
Taichi me lo envió ayer por la noche, no entendí para qué,
pero agradezco que lo haya hecho. Lamento la hora, es que
no he podido conciliar el sueño aún.

Mimí"

Sentía como el corazón se me salía del pecho, no me importó que fueran casi las 4 de la madrugada si era ella quien me mensajeaba.
Lamentablemente luego de eso no pude volver a dormir.

Me quedé durante las siguientes dos horas mirando el techo de mi habitación como un idiota, esa tonta sonrisa ya no se me borraría hasta el final del día, o hasta que la viera.

Esperé a que el despertador sonara para entrar al baño.
El tiempo hoy estaba a mi favor, sentía que nada podía ir mal.

Una vez que estuve listo para la escuela, me detuve frente al departamento de la castaña, dudé en tocar pero lo hice de todos modos.

Un intento. Dos. Tres. Me di la vuelta al no recibir respuesta alguna.
Sentí como suavemente se abría la puerta a mis espaldas, seguido de una débil voz.

— ¿Yamato?

— ¿Mimí?

Me di la vuelta para mirarla, estaba fatal.
Su piel pálida, un par de bolsas bajo sus ojos, una adorable pijama de ositos, y una manta que la cubría desde la cabeza.

— ¿Qué haces acá?

— Vine a ver cómo te encontrabas

— Que dulce — intentó sonreír — Me siento terrible

— ¿Y tu madre como sigue?

— Se fue ayer por la noche donde mis abuelos, dijo que allí se sentiría mejor — comenzó a toser

— ¿Y tu padre?

— Trabajando. Me dejó algo de comida y algunos medicamentos pero no podía faltar al trabajo el día de hoy

— Entonces ¿Estás sola?

Afirmó débilmente con la cabeza.

Sabía que de una u otra forma lo que se pasaba en ese momento por mi cabeza no era lo adecuado. Busqué mil razones para creer que estaba haciendo lo correcto, pero no hallé ninguna. Todos mis sentidos estaban apagados, esta vez mi lengua estaba conectada directamente a mi cerebro.

— Me quedaré a cuidarte — limité a decir

¿En qué mundo eso era correcto? En el mío no, por supuesto. No teníamos tanta confianza como para pasar todo un día juntos, la verdad es que si no fuera por el bendito proyecto ella aún no sabría de mi existencia.

Mi corazón dio un vuelco cuando la escuchó.

— ¿Lo dices en serio? Gracias Yama-kun, eres muy lindo conmigo

Otro intento fallido por sonreír. Su voz dulce, su mirada llena de luz, su hermosa sonrisa, no estaban. No quiero decir que cambié lo que pensaba de ella, claro que no, para mí seguía siendo la hermosa castaña de la que llevaba años enamorado. Solo que la gripe no estaba a su favor, sin embargo seguía encontrándola adorable, sobre todo con esa pijama infantil.

Se dio la vuelta y la seguí.

— ¿No te regañarán por faltar a la escuela?

— Claro que no, hoy no había nada importante además

La peor semana de YamatoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora