11 | Doloroso recuerdo

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     —Desde ahora en adelante, estarás a mi cargo —dijo Ethan a la vez que abría la puerta de un pequeño gimnasio.

     Llevaba mi ropa de entrenamiento en el equipaje que estaba enganchado a mi hombro. Miré el lugar con mucha atención y me di cuenta de que había un par de sacos de boxeo, una máquina para levantar pesas y un rin de boxeo.

     —¿Qué haremos primero o qué? —le pregunté.

     —Primero, ve a cambiarte —asentí —. Ya cuando estés lista te diré qué haremos exactamente —volví a asentir y después de visualizar el baño, caminé hacia este y entré.

     Unos minutos después de estar cambiada con una ropa interior deportiva, zapatos del mismo tipo y unos leggins, dejé el equipaje cerca de la pared en donde habitaba el espejo. Había recogido mi cabello en una cola de caballo alta.

     Observé a Ethan, sentado en la camilla para levantar las pesas. Sacaba unas muñequeras y cuando se dio cuenta de mi presencia, me miró de arriba hacia abajo, acto seguido, volvió a atender a lo que estaba en sus manos, y pude darme cuenta de que una pequeña sonrisa se asomó en sus labios.

     —Ponte esto, lo necesitarás —dijo pasándome las muñequeras.

     —¿Me ayudas a ponérmelas?

     Ethan se puso de pie, poniéndose frente a mí. Mis ojos se mantenían fijos en su musculoso y bien formado pecho. Me sonrojé al imaginar cómo se vería sin esa camiseta negra que no deja nada a la imaginación. De pronto sentí mi boca seca al alzar mis ojos y ver su expresión concentrada en mis manos, tratándolas con cuidado.

     —Listo —dijo al terminar, no sin antes tomar un hondo respiro —. Empecemos.

     Estuve de acuerdo moviendo la cabeza. Caminó hasta donde estaban uno de esos sacos de boxeo y yo lo seguí. Se puso a un lado, y yo al otro, quedando así, frente a frente.

     —Primero es bueno que desarrolles tu fuerza, estoy seguro de que esto servirá.

     —¿Servirá para qué?

     —Defensa personal.

     —¿Y por qué defensa personal?

     —Yo no quiero a una debilucha entre los Dominis. Además, necesitas aprender a defenderte, no todo el mundo te va a proteger —dijo y mi expresión pasó de suave a preparada. Ethan sonrió a la vez que alzaba su ceja izquierda viéndose condenadamente atractivo.

     Al principio fue despacio, pero a medida que pasaban los segundos fui aumentando la fuerza de mis golpes. Ethan me ordenaba golpear más fuerte que anteriormente, al inicio de burló por mi poca fuerza, era algo estresante porque yo sabía que necesitaba ser más fuerte para poder defenderme y enfrentar al asesino de Evan, o a cualquier otra persona. Y también Ethan no estaba ayudando burlándose, y yo no quería fracasar, si lo hacía, entonces todo habría sido en vano.

     Golpeé el saco con mucha más fuerza. Llevaba unos diez minutos y ya me sentía cansada. Me separé de aquella bolsa sin respiración y mareada.

     —No me digas que eso es todo lo que tienes.

     —Si esta es tu forma de darme ánimo, créeme, no está funcionando. No lo estás logrando.

     —Dios, ya sé por qué Evan siempre quería defenderte y protegerte, ni siquiera puedes golpear bien un saco de boxeo.

     Bien, podía decirme que soy una débil y más cosas, pero eso, eso que acababa de decir fue cruel y bajo. La sangre me hirvió al escucharlo hablar así. Su comentario me hizo sentir frágil, culpable y muy inútil. Lo ignoré y volví a golpear el jodido saco varias veces seguidas tratando de volver a concentrarme.

April © |COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora