09 | Al borde de la locura

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     Habían pasado tres días y yo no había tenido algún tipo de comunicación con el doctor Glambolia. Por una parte, estaba asustada porque pensaba que él podía delatarme con la policía. Pero por otra parte no, porque sabía que me lo merecía.

     Me sentía mal porque siento como si defraudé al doctor. Como si él esperaba que yo fuese mejor persona y le hice ver con parte de mi historia que en realidad no era así, que había lastimado gente sin necesidad.

     Y me daba cuenta de que me había sentido bien mientras dejaba sacar todo eso. Hablando de cómo lo sentí y cómo lo viví. Me había sentido bien al desahogarme. Y si se presentaba otra vez la oportunidad de hablar con el doctor Glambolia, no dudaría en hacerlo. Él fue la persona que me ayudó a salir adelante hace varios años atrás.

     Hace semanas que no sabía nada de Liza. Después de aquella noche llena de desastres no volví a saber nada de ella. Esperaba volver a hablar con aquella rubia. Fue una persona muy especial para mí y forjamos una muy buena confianza. Y no dejaba de preguntarme en donde estaría ella.

     Se escuchó sonar el timbre de la mansión Howland. Salí de la sala principal, no sin antes dejar mi celular en el sofá. Estaba pensando en cómo le escribiría a Liza para saber de ella. Me preocupaba la situación de aquella chica que era un año mayor que yo. Quería saber cómo se sentía con todo ese asunto, cómo habrá seguido adelante sola.

     Al abrir la puerta me encontré con la sonrisa avergonzada del doctor Glambolia. Yo por igual sonreí, aceptándolo. Pasaron unos pocos minutos cuando los dos nos encontrábamos en la sala principal inundados por el silencio que tarde o temprano se iría en cuanto empezara una conversación.

     —Recuerdo que lo último que dijiste era que habías entrado en una corta depresión —comentó el terapeuta.

     —Sí, fue abrumador —hice una pausa y después de mirar mis dedos juguetear y respirar profundamente, decidí hablar —. Al terminar salí llorando. Estaba desesperada y la imagen de ese chico muerto frente a mí no dejaba de repetirse una y otra vez en mi cabeza. Era un tormento.

     Recordé el momento en el que me encontraba caminando lo más rápido posible para alejarme de aquel lugar lleno de criminales, misterios y oscuridad. Sentía mis piernas volverse gelatina y mi estómago querer devolver el jugo gástrico. Le di la vuelta al edificio abandonado y me recargué en la pared. Mis ojos se aguaron al recordar lo que le hice a ese chico. Lo asesiné sin importarme nada. Ni su familia, ni él. Tapé mi boca y sollocé.

     —April —escuché una voz familiar a mi lado y me encontré con la mirada seria de Ethan.

     Sus ojos marrones claros me miraban con atención y parecían cansados. Su nuez de Adán se movió haciéndome saber que había tragado y noté un poco de preocupación en su gesto. ¿Por qué estaría él preocupado? Me acababa de obligar a asesinar a alguien.

     —Déjame en paz —sentencié. Le di la espalda para volver a darle la vuelta al edificio.

     De repente sentí su mano cerrándose en mi codo y halándome. No quería verlo a la cara, me daba demasiada vergüenza. Y no sé por qué me daba vergüenza si él solo era el líder de los Dominis. Si yo no lo conocía, si él no me conocía. Si él no era importante en mi vida.

     Ya nada lo era.

     —Estás pálida —murmuró e hizo una pausa —. ¿Por qué estás aquí realmente? —preguntó.

     —Eso no es de tu incumbencia.

     —¿Qué no lo es? —dijo asombrado y riendo —. Te equivocas, Howland. Ya eres parte de los Dominis, y yo soy tu líder, así que tienes que rendirme cuentas.

April © |COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora