Algunas plantas

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ʏ ᴀᴅᴇᴍáꜱ ᴠᴀꜱ ᴛᴏʀᴄɪᴅᴏ ʏ ɴᴏ ʙᴀɪʟᴀꜱ,
ᴠᴇᴛᴇ ᴀ ᴄᴀꜱᴀ ϙᴜᴇ ʏᴀ ʜᴀʙʀá ᴏᴛʀᴀ ᴏᴄᴀꜱɪóɴ
ᴘᴏʀϙᴜᴇ ᴇʟ ᴅíᴀ ϙᴜᴇ ʟᴏ ᴅᴇᴊᴇꜱ, ғɪᴊᴏ,
ϙᴜᴇ ᴇɴᴛᴏɴᴄᴇꜱ ᴛú ꜱᴇʀáꜱ ᴇʟ ʀᴇʏ.

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— Entonces, ¿vienes al concierto?

Había logrado que Álvaro convenciera a mamá y papá de que me devolvieran el móvil, pero por desgracia no había conseguido que me levantaran el castigo, por lo que me encontraba un sábado a las ocho de la tarde hablando por teléfono con Emma.

— Es que no sé, Em. Si me pillan me matan, lo sabes, ¿no?

— Sí, claro que lo sé. ¿Pero no crees que sería divertido probar un poquito de adrenalina? Venga anda, hazlo por mí.

No la estaba viendo, pero sabía a ciencia cierta la cara que tenía en esos momentos. Emma era guapa, guapísima, y aparte de eso, tenía una faceta muy adorable que chocaba con la actitud pasota que desprendía. Lograba convencerme de hacer cualquier cosa a la primera, y esta vez, no iba a ser distinta.

— Bueno..., vale.

— ¡Genial! — Su chillido probablemente se escuchó en toda la casa, pero no importó.— Vale, a las diez te espero en el parque de debajo de tu casa, para que tus padres no me vean.

— Vale.

— Ah, y Raoul —La voz de mi amiga me frenó antes de colgarle. — No te vistas como lo haces siempre, anda. Que vas a destacar mucho.

— ¿Qué quieres decir con-

— Lo siento, guapo, se me acaba el saldo, ya hablamos.

Sin ni siquiera darme tiempo a protestar, Emma colgó dejándome con la palabra en la boca.

— Será capulla, si encima la había llamado yo.

El corazón me latía desbocado y dejé de lado los apuntes de literatura para abrir el armario. ¿Qué narices se suponía que era lo que tenía que ponerme?

Tras echarle un hondo vistazo a la ropa que tenía, terminé por coger unos vaqueros rotos, - el día que me los compré, mamá casi me mata - una camiseta amarilla y la chupa de cuero. No era como la que llevarían todos esos macarrillas, pero esperaba que valiese.

Dejé el conjunto sobre la cama y salí de la habitación tratando de aparentar la mayor normalidad posible. Tarea complicada, teniendo en cuenta que me ponía rojo cada vez que me ponía nervioso, y en ese momento me iban a dar trescientas taquicardias seguidas.

— Tete, ¿qué te pasa?

— ¿Eh? — Me centré en el pescado que tenía delante, sin ser capaz de levantar la mirada.— No me pasa nada... es solo... que no me encuentro muy bien.

Mamá me miró preocupada y comenzamos a cenar. Lanzaba miradas al reloj cada minuto y el tiempo parecía avanzar terriblemente lento. Cuando las manecillas marcaron las nueve y media, casi me atraganto con el agua que estaba bebiendo y me separé de la mesa rápidamente.

— Ya acabé. Me voy a ir a la cama a repasar y a ver si puedo dormirme pronto.

— ¿Quieres que te ponga el termómetro?

— No, no, tranquila. Estoy bien.

Subí a trompicones las escaleras tras darle un beso a mis padres y me quedé observando la ropa sobre la cama, pensando las posibilidades de dejar plantada a Emma.

1999 (o cómo generar incendios de nieve) | RagoneyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora