Cuestiones de familia

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Tᴇɴɢᴏ ᴜɴ ᴘʟᴀɴ, 
ᴅɪɢᴏ: "ʟᴏ ꜱɪᴇɴᴛᴏ, ʏᴀ ᴍᴇ ʜᴀɴ ᴠᴜᴇʟᴛᴏ ᴀ ʟʟᴀᴍᴀʀ" 
ʏ ᴍᴇ ʟᴇᴠᴀɴᴛᴏ ʜᴀᴄɪᴇɴᴅᴏ ᴠᴇʀ ϙᴜᴇ ᴇꜱ ᴠᴇʀᴅᴀᴅ, 
ꜱɪᴍᴜʟᴀᴄʀᴏ ᴅᴇ ᴇᴠᴀꜱɪóɴ ᴇɴ ᴍɪ ᴀɴᴛɪɢᴜᴀ ʜᴀʙɪᴛᴀᴄɪóɴ. 

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Los días pasaban, e incluso las semanas, y el único contacto que tenía con Agoney habían sido llamadas desde el teléfono de Emma o pequeñas quedadas a escondidas que a mí me daban la vida, aunque fueran simplemente para que nos vieran algunos vecinos suyos, asegurándose así de que en algún momento les irían con el cuento a sus padres.

Las vacaciones de semana santa estaban cerca, y yo confiaba en que fueran la excusa perfecta para que me quitaran el castigo más largo e insoportable de mi vida.

Me había matado a estudiar, pero aún así, mi cabeza no estaba cien por cien en los libros, y eso solo hacía que empeorar el trato con mamá.

Aún así, en cuanto el último día de clase de ese trimestre llegó, me acerqué a la cocina.

— Mamá. — Ella se giró, sin despistar demasiado las lentejas que estaba cocinando.— ¿Me dejas salir esta tarde un rato? Creo que me lo merezco.

Ella se quedó pensativa, y comprendí que con la última frase quizá me había columpiado demasiado.

Pero lo veía así, y además, me moría de ganas por quedar con Agoney algo más de media hora. Por poder hablar con él más allá de lo típico para dar paso a un polvo rápido y no muy bien hecho.

Porque yo sabía que no éramos novios, y tampoco estaba enamorado, me gustaba como follaba y no veía por qué no ayudarle.

Solo eso.

— Bueno. Pero un rato, te quiero aquí para la misa de la noche.

— Claro.

Subí corriendo las escaleras tras hacerme con mi blackberry, que me dio mamá antes de que me fuera. Ya en la habitación, escribí un mensaje a ese número que ya me sabía de memoria.

Hey, agoney!!! ya estoy libre, puedo salir un poco esta tarde.

No llegó ningún mensaje de vuelta, pero me convencí pensando que no lo había leído. Recé porque en algún momento de esta vida, crearan un sistema para saber si alguien había leído tus mensajes y te estaba ignorando.

Emma vino hasta mi casa y como no había tenido noticia de Agoney, salí con ella a dar una vuelta.

— ¿Hoy quedas con tu noviete?

— No es mi novio, Em. Bueno, no lo es de verdad. — Mientras me explicaba, caí en la cuenta de lo estúpido que podría sonar todo aquello.— Pero vamos, que le mandé un mensaje y no me ha contestado.

— Raoul, — Emma me cogió del brazo mientras paseábamos por Gran Vía — no sois nada, lo sabes, ¿no? — Asentí, pero sin mirarla — No tenéis ningún contrato de amor eterno ni nada de eso. — Volví a asentir, cada vez menos convencido— Si llega algún momento en el que te das cuenta de que no quieres seguir con esto... Díselo.

— Em, que no soy imbécil. —Gruñí, parándome frente a un escaparate.— Es diversión, y punto. Yo puedo hacer lo que quiera, claro que sí.

Y en el momento que terminé la frase, mi móvil comenzó a sonar. Solté rápidamente el brazo de mi mejor amiga y me apresuré a contestar en cuanto leí su nombre.

— ¡Hombre, rubito! — Escuché una calada al otro lado de la línea — ¿Dónde andas?

— Estoy por Gran Vía.

1999 (o cómo generar incendios de nieve) | RagoneyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora