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Ya terminando el aburrido almuerzo, fuimos al jardín a conversar un poco, la verdad, yo estaba callada y no abrí el pico en todo el rato. Ya aburrida me levanté de la silla para prepararme para mi magnífica pelea con Wanda.

— ¿A dónde vas Bárbara?— Luciana me detiene—. No hemos acabado de compartir, y no haz dicho nada.

— Tengo muchas cosas que hacer y no quiero perder mi tiempo aquí con ustedes.

— Yo creo que también me iré— Frederick se levanta algo incómodo de la silla—. Nos vemos mañana Bárbara.

— De acuerdo.

Subí a la habitación y me empecé a alistar. Debía estar bien preparada para matar a Wanda, no matarla literalmente. Pero bueno, haré el intento de hacerle daño.

Me recogí el cabello, me hice una cola alta y luego la envolví. Me puse un pantalón corto y una franela sin mangas de flores. Y unos tenis por si hay que correr.

Bajé con cuidado para que nadie se de cuenta.

— ¿A dónde vas?— me giré y vi a Luciana en las piernas de Zabdiel con sus manos enredadas en su cuello, no dudo que se estaban besando—. Con esa ropa tan fashion.

— Saldré a caminar.

— ¿Segura que no es a nada raro?— Zabdiel de ridículo se rió como un maniático.

— No tengo la necesidad. Adiós.

Ignoré a esos pares de idiotas y salí a mi rumbo. Sé que tardaría un buen rato buscando la plaza. Llegaré tarde pero a tiempo para partirle la cara a esa barbie plástica.

— ¡Bárbara!— Frederick me estaba esperando abajo.

— ¿Todavía no te haz ido?— me acerqué a él.

— Supuse que ibas a ir a la pelea y bueno, como sé que no sabes donde queda la plaza quise acompañarte.

— ¿Acaso quieres que pelee?— reí—. Pensaba que estabas en contra de eso.

— No quiero que te hagas daño es la verdad. Pero analicé, no creo que Wanda se gasté romperse una uña para partirte la cara. Antes, tú la dejas hecha una pendeja, y de paso sin las uñas.

— Gracias por confiar en mí.

— Eres de hierro, se te nota.

— Uno de mis pasatiempos favoritos es la lucha libre. También me gusta un poco el boxeo, algo familiar.

Él se quedó callado. Empezamos a caminar en dirección a la plaza.

— ¿Qué hay con tus padres?

Hice un silencio casi eterno.

— Murieron— parecí ser cortante—. Tuvimos un accidente de tránsito. Y por cosas raras de la vida, murieron ellos y nosotras no. Luciana tenía 10 y yo 8; hace 10 años.

— Lo siento mucho, en serio. Soy un pesado.

— No importa— sonreí—. Mi mamá era entrenadora de boxeo y mi padre de lucha libre. Practicaba ambas cosas a la vez. Me convertí en una diosa. Ganando premios de cada uno a cualquier lugar donde iba.

— Y ahora vas a ganar esta pelea, ya verás. Vas a dejar a Wanda una mierda y le harás saber quién manda. ¡Boom!— hizo un bailecito extraño.

— Ok— reí como foca desarmada.

Se puso a correr y caí tras él. Y cuando menos lo esperaba estábamos en la plaza. Me di cuenta por la multitud de gente que había de la universidad junto a Wanda, esperándome.

Cuñado |Zabdiel de Jesús|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora